Lección 4
"LA IGLESIA ENFRENTA PROBLEMAS"
Antes de comenzar esta lección, lea con cuidado Hechos 4:32-6:7.
UNIDOS Y GENEROSOS
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 4:32-37. En la víspera de su crucifixión, Jesús le dirigió al Padre una ardiente petición en favor de sus discípulos. ¿Qué fue lo que pidió? ¿Fue que pidió que sus seguidores tuvieran éxito en la difusión del mensaje de salvación? ¿O fue que pidió que Dios los librara de persecución? No. Jesucristo oró fervientemente por la unidad de sus discípulos (Juan 17:11, 20-23).
Tal como Jesús había deseado, la iglesia de Jerusalén era unida. Hechos 4:32 dice que "la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma". Esa armonía que existía entre los discípulos era un indicio del gran amor que se tenían los unos a los otros. Su espíritu de fraternidad demostraba al mundo que pertenecían a Cristo (Juan 13:35). En aquella época como ahora, la vida diaria del cristiano es lo que realmente enseña a la gente, porque revela más fielmente que nuestras palabras lo que realmente creemos y somos.
Una de las manifestaciones de la unidad entre los cristianos en Jerusalén era su singular generosidad, pues "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenía todas las cosas en común. Impulsados por su amor hacia la familia de Dios, varios de los creyentes vendieron casas y propiedades, distribuyendo el dinero entre los necesitados (Hechos 2:44-45). En ese ambiente de estimación y caridad mutua la iglesia florecía.
Conviene notar que esa comunidad de bienes entre los cristianos de Jerusalén era distinta a la que propone el comunismo político de hoy. La venta de propiedades y la entrega de fondos que realizaban los creyentes del primer siglo no eran forzadas, sino que eran actos voluntarios motivados por el afecto fraterno. Los cristianos, siendo hermanos espirituales, se cuidaban los unos a los otros para que nadie padeciera necesidad. En Hechos 11:27-30, leemos que la iglesia de Antioquía tuvo esa misma actitud de amor generoso, el cual los cristianos de hoy también debemos mostrar (Hebreos 13:16; 1 Timoteo 6:17-19; 1 Juan 3:16-18). Ojalá que los cristianos de hoy cumplieran la voluntad de Jesucristo como lo hacían los creyentes de Jerusalén.
Dios en su sabiduría no deja a sus hijos solos y aislados, sino que los junta en una familia espiritual donde, unidos en amor fraterno, tienen la grata responsabilidad de servirse los unos a los otros física y espiritualmente (Gálatas 6:1-2; Efesios 4:1-3; 1 Tesalonicenses 5:14; Romanos 14:19).
El favor de Dios estaba con la iglesia de Jerusalén. El Espíritu Santo era la fuente de la unidad y el amor entre los creyentes, y confirmaba con gran poder el testimonio de los apóstoles acerca de la resurrección de Jesús. El hecho de que Jesús resucitara de la muerte era uno de los fundamentos del mensaje apostólico (1 Corintios 15:12-23). En ese acto Dios transformó al Cristo sacrificado en Señor viviente, y demostró su poder mediante el cual también resucitará a los fieles para compartir una gloriosa existencia con El.
Uno de los cristianos de Jerusalén que vendió una propiedad para aliviar a los necesitados se llamaba José. Era judío de raza de la tribu de Leví, y habla nacido en Chipre, una isla del Mediterráneo. Es más conocido por el sobrenombre Bernabé, que le pusieron los apóstoles. Este nombre significa "hijo de consuelo" o "hijo de exhortación". Además de su disposición para ayudar a la familia de Dios económicamente, aparentemente Bernabé tenía la maravillosa capacidad de animar a otros para que vivieran con rectitud ante Dios (Hechos 11:21-24). Más tarde, como compañero de Pablo, desempeñaría un papel prominente en la difusión del evangelio por el imperio romano (Hechos 13 y 14).
Al vender su heredad, Bernabé tomó la suma que recibió y la puso a disposición de los apóstoles, para que fuera usada en beneficio de los hermanos espirituales que padecían necesidades. La mención de esa caridad espontánea, sin segundas intenciones, contrasta con lo que sigue.
EL EMBUSTE
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 5:1-11. En ese ambiente de unidad, generosidad y amor fraterno que había entre los cristianos de Jerusalén, surgió un problema que terminó en tragedia. El Espíritu Santo guió a Lucas cuando escribió el libro de los Hechos para que no idealizara el retrato de la iglesia, sino que relatara su historia con imparcialidad, incluyendo los pecados de los primeros cristianos, así como sus triunfos espirituales.
"Cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad" y entregó al apóstol Pedro una parte del precio recibido, para que fuera distribuida entre los cristianos necesitados. No es condenable que Ananías no donara la suma entera como lo hizo Bernabé. Como Pedro hizo notar (versículo 4), desde el principio, la venta de la propiedad no fue de ningún modo obligatoria, como tampoco lo fue la entrega parcial o total del beneficio. Por eso, no había mal ninguno en dar sólo una parte del total y guardar el resto para sí. Aparentemente, Ananías y Safira mostraron una loable caridad cristiana.
Lo que manchó su acto de benevolencia fue que fingieron entregar la suma total. Pero, ¿por qué mintieron? ¿Por qué la hipocresía? Posiblemente querían crear esa impresión falsa para poder quedarse con una parte del dinero y a la vez recibir los elogios de los demás como si hubieran dado la suma entera, o, por lo menos, temían que los demás los consideraran avaros por haberse guardado una parte para sí mismos.
Cuando Ananías donó el dinero, el apóstol Pedro ya sabía del engaño, probablemente por medio del Espíritu Santo que lo inspiraba. Pedro le preguntó si había vendido la propiedad por tal suma, y Ananías dijo que sí, aparentemente subestimando la gravedad de su respuesta ante Dios. En vez de aprovechar esa oportunidad (que sería la última) para arrepentirse y confesar su hipocresía, Ananías agravó su ya precaria situación mintiendo.
Luego Pedro le preguntó por qué había permitido que Satanás lo indujera al mal. En vez de colaborar con Satanás, bien llamado el Padre de la Mentira (Juan 8:44), Ananías podría y debería haberlo resistido (1 Corintios 10:13; Santiago 4:7). Pedro explicó el significado de lo que Ananías había hecho diciendo: "No has mentido a los hombres, sino a Dios". Dicho esto, ocurrió algo insólito: Ananías cayó muerto. "Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron".
Safira, la esposa de Ananías, no fue informada de lo que le había pasado a su marido. Es posible que Pedro ordenara a los discípulos que no le dijeran nada, a fin de poder probar también la sinceridad de ella en ese asunto.
Safira entró en presencia de los apóstoles tres horas después de la muerte de Ananías, y Pedro le preguntó si en verdad se había vendido la heredad por tal suma. Ella insistió en la mentira, diciendo que sí. Entonces Pedro le preguntó por qué estaba poniendo a prueba al Espíritu de Dios, como si El no fuera capaz de discernir la mentira. Añadió que Ananías había muerto y que los que acababan de sepultarlo venían para sepultarla a ella también. En ese mismo momento Safira cayó muerta y los jóvenes la llevaron y sepultaron junto a su marido.
El resultado de esa chocante purificación de la iglesia de Jerusalén fue que un gran temor se apoderó no solamente de toda la iglesia, sino de todos los que oyeron contar lo ocurrido. El Espíritu de Dios actuaba entre ellos con poder. No solamente curaba a los enfermos, sino que también conocía los corazones y hacía justicia. Sin duda, el fin trágico de Ananías y Safira sirvió para advertir a los demás creyentes, llevándolos a considerar de nuevo su condición ante Dios. Es muy posible que por causa de la muerte física de ese matrimonio, varios de la comunidad cristiana enmendaran su vida y así evitaran la muerte espiritual. Ese episodio sirve de advertencia también para los tiempos actuales: tarde o temprano, todo ser humano será juzgado ante Dios (Romanos 14:10-12; 2 Corintios 5:10). Además, en el episodio de Ananías y Safira se encuentran otras implicaciones importantes y provechosas para nuestra relación con Dios:
1. Aun en los tiempos apostólicos, la iglesia no era una sociedad perfecta. El ser miembros de la familia de Dios no nos libra de las insinuaciones y los engaños de Satanás (1 Corintios 10:12; 1 Pedro 5:8-9).
2. La mentira y la hipocresía son verdaderamente abominables ante Dios (Proverbios 12:22; Apocalipsis 21:8; Mateo 23:1-33).
3. Es posible engañar a los demás, pero nadie engaña a Dios. El conoce aun los pensamientos más íntimos y secretos del hombre, y es a El a quien tenemos que rendir cuentas (Gálatas 6:7-8; Hebreos 4:12-13).
4. Ante Dios, la actitud y el motivo por los cuales se hace una buena obra son tan importantes como la obra en sí (1 Corintios 13:3; Mateo 6:1-6, 16-18; Mateo 7:21-23).
MUCHOS MILAGROS
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 5:12-16. El número de los creyentes aumentaba cada día más, pero los que no querían entregarse totalmente al Señor, ya no se atrevían a unirse a la comunidad cristiana. Por medio de la muerte de Ananías y Safira, veían el peligro de una entrega fingida o tibia.
Los apóstoles hacían muchos milagros y la fama de ese poder atraía multitudes, aun desde las ciudades vecinas a Jerusalén. Esa gente traía a los enfermos y a los poseídos por los demonios, y todos fueron curados por el poder de Dios. La fama de Pedro, especialmente, tomó proporciones místicas entre la gente.
ENCARCELADOS Y LIBERADOS
(Lea Hechos 5:17-21). El creciente éxito del evangelio era para los líderes judíos una amenaza a su autoridad y prestigio. La corte más alta de la nación judía, el Sanedrín, había intentado silenciar a lo~ apóstoles, prohibiendo a ~Pedro y Juan continuar con sus enseñanzas acerca de Jesús. Pero ese decreto humano contradecía el mandato de Jesús, que enviara a los apóstoles a evangelizar al mundo. Por eso, éstos ignoraban la intimidación y continuaban enseñando.
Las autoridades judías sentían la necesidad de defender su honor, no solamente por causa de ese flagrante desafio, sino también porque el mensaje apostólico, confirmado con gran poder milagroso, desmentía ante el pueblo unas de sus doctrinas básicas y los culpaba de la muerte+.~ .!el Cristo, teniendo como consecuencia que la gente ya no los respetara como maestros religiosos.
Movidos por la envidia, el sumo sacerdote y sus partidarios, los saduceos, ordenaron el encarcelamiento de los apóstoles, intentando juzgarlos el día siguiente.
Pero durante la noche un mensajero de Dios los liberó y les ordenó que volvieran al Templo para seguir enseñando a la gente sobre la nueva vida en Cristo. Y eso fue lo que hicieron. Volver al lugar más público de Jerusalén y hacer lo que los hombres más poderosos de la nación judía les habían prohibido, fue una muestra de la gran fe y lealtad que los apóstoles tenían para con Dios.
Su liberación milagrosa no se efectuó para que pudieran escapar del peligro. Más bien, tenía como fin probar a la gente que los apóstoles eran siervos del Dios todopoderoso. Toda la ciudad sabía que estaban encarcelados y bajo máxima vigilancia. No obstante, los encontraron enseñando en el Templo a la mañana siguiente, antes de que el tribunal se hubiera reunido. Eso fue para la gente una clara prueba de que Dios los había liberado y hablaba por medio de ellos.
ANTE EL CONCILIO
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 5:21-26. Cuando el tribunal supremo de los judíos, el Sanedrín, se reunió, mandó traer a los apóstoles. Los guardias llegaron a la prisión y encontraron todo en orden: los centinelas en su debido lugar y las puertas cerradas con todo cuidado. Pero cuando las abrieron, se encontraron con que no había nadie adentro. Sin duda, se produjo un gran alboroto entre ellos, porque nadie podía explicarse qué había pasado con los apóstoles. Es probable que hubiera acusaciones de negligencia o complicidad, y que todos los guardias temieran la ira del tribunal, que los había responsabilizado de la seguridad de los prisioneros
Al oír la noticia, el concilio comenzó a preguntarse cuáles serían las implicaciones de lo sucedido. Lo que deberían haberse preguntado es qué les haría Dios si continuaban resistiendo e ignorando las poderosas pruebas con que El confirmaba la veracidad de las enseñanzas apostólicas.
Cuando alguien llegó e informó al ~tribunal que los apóstoles estaban enseñando otra vez en el Templo, el jefe de la guardia y sus hombres fueron a buscarlos. La gente, contrariamente a sus líderes, reconocía que los apóstoles eran mensajeros de Dios, y los estimaba hasta el punto de que hubiera sido capaz de amotinarse a la menor provocación, para protegerlos. Por eso, los guardias, temiendo ser apedreados, los llevaron in violencia, lo cual indica que los apóstoles se presentaron de buena voluntad ante el concilio.
LOS APOSTOLES SE DEFIENDEN
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 5:27-32. El hecho de que las autoridades judías no preguntaran a los apóstoles cómo hablan salido de la cárcel, indica que no querían saberlo, o que ya lo sabían y no querían dar a los apóstoles la oportunidad de testificar acerca del milagro que querían ignorar. De cualquier modo, es evidente que ese cuerpo judicial, llevado más por la ira vengativa que por un deseo de descubrir la verdad, ya consideraba culpables a los apóstoles antes de procesarlos.
Dos acusaciones principales fueron hechas contra los apóstoles:
1. Habían desobedecido la prohibición de enseñar en el nombre de Jesús, llenando toda Jerusalén con sus enseñanzas.
2. Habían culpado a las autoridades judías de la muerte de Jesús.
En realidad, esas dos acusaciones fueron un tributo inconsciente al celo y valor de los apóstoles. ¡Ojalá que todos los cristianos de hoy también fueran "culpables" de haber llenado sus ciudades con las enseñanzas acerca de Jesús!
El futuro de los líderes judíos ya habla sido amenazado por el poderoso éxito del evangelio y el desafio de los apóstoles a su autoridad. A esto Pedro agregó las siguientes afirmaciones:
1. Las autoridades judías fueron asesinas por haber ejecutado a Jesús.
2. Dios resucito a Jesús de la muerte (contradiciendo así una de las doctrinas básicas de los saduceos, la cual negaba la resurrección de los muertos).
3. Dios exalto a Jesús (a quien los líderes judíos habían rechazado como perturbador) y lo hizo Jefe y Salvador.
4. Dios ofrece a Israel el perdón de los pecados, ya no por medio de los sacerdotes, como indicaba la ley de Moisés, sino ahora por medio de Jesús.
5. Los 12 apóstoles eran testigos de todas esas afirmaciones acerca de Jesucristo, y el Espíritu Santo iba confirmando su testimonio con tanto poder (incluso su reciente liberación milagrosa) que no podía negárselo.
Estas afirmaciones tan profundas e indiscutibles, provocaron la furia de los líderes, hasta el punto de querer matar a los apóstoles.
LA INTERVENCION DE GAMALIEL
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 5:33-42. Con una cólera casi fuera de control, los líderes judíos quisieron aniquilar a los apóstoles, aun a riesgo de provocar un motín entre la gente. En ese momento de tensión, se levantó Gamaliel, doctor de la Ley y uno de los miembros más venerados del Sanedrín.
Después de hacer salir a los apóstoles, el sabio Gamaliel aconsejó al concilio que tuviera gran cuidado con la manera en que los trataba, para no cometer una imprudencia. Trajo a la memoria de sus colegas dos movimientos que habían surgido con aparente éxito en los últimos años: el de Teudas y el de Judas el galileo. Esos dos movimientos habían traído a muchos seguidores, pero, muertos sus líderes, fracasaron. Basándose en esos ejemplos históricos, Gamaliel aconsejó a sus colegas que no tocaran a los Apóstoles, diciendo:
"Si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios" (Salmo 127:1).
Aplicando el consejo de Gamaliel a los tiempos modernos, no podemos concluir que lo cristianos debemos ignorar los nuevos movimientos religiosos. Al contrario, tenemos la responsabilidad de estudiarlos para determinar si sus enseñanzas están de acuerdo con la Palabra de Dios revelada en la Biblia. Si no lo están, entonces tenemos el deber de oponernos a tales doctrinas falsas, pero NUNCA con violencia física. A lo largo de la historia humana, los hombres han cometido muchas atrocidades en nombre de la voluntad de Dios, lo que demuestra un concepto completamente erróneo de la naturaleza de Dios y de su voluntad para con los hombres. Dios está sobre todo y no necesita que los suyos sean violentos para que El prevalezca.
El Sanedrín siguió el consejo de Gamaliel de no matar a los apóstoles, pero todavía los odiaba y quería silenciarlos. Los hizo azotar a cada uno con treinta y nueve golpes, para que no salieran completamente ilesos del juicio (lo que sería admitir su inocencia ante la gente). Además, gozaba viendo sufrir a los que hablan osado desafiar su autoridad. Luego, las autoridades judías les prohibieron otra vez a los apóstoles que enseñaran en el nombre de Jesús, y los dejaron en libertad.
Note la reacción de los apóstoles ante la hostilidad e injusticia que padecieron de manos del Sanedrín (versículo 41). Dolidos y sangrando, no se quejaron ni maldijeron, más bien se veían dichosos por haber sido considerados dignos de sufrir por el nombre de Jesús, su Señor. La verdadera vida cristiana inevitablemente provoca reacción por parte de los incrédulos (Mateo 5:10-12; 1 Pedro 2:19-23; 1 Pedro 4:12-16; II Timoteo 3:12). No es que los cristianos gocen con el sufrimiento, sino que su vida es un testimonio incansable e irrefutable del poder de Dios para transformar al hombre. Por consiguiente, los que no siguen a Dios intentan anular la influencia de las vidas virtuosas que, por contraste, ponen en evidencia sus defectos.
Sordos a las amenazas del Sanedrín, los apóstoles continuaban su tarea de propagar el evangelio de Jesús. Todos los días, enseñaban pública y particularmente. Hechos 5:42 es la fórmula por la cual crece la familia de Dios.
LOS SIETE ELEGIDOS
Antes de proseguir, favor de leer Hechos 6:1-7. Surgió entre los creyentes de Jerusalén un problema que amenazaba destruir la unidad de la iglesia: los de habla griega (de procedencia no Palestina) acusaron a los hebreos (nativos de Palestina) de descuidar a las viudas griegas en la distribución diaria de los alimentos.
Los apóstoles reunieron a toda la iglesia y llegaron a un acuerdo que evitó una división dentro de la hermandad. Por falta de tiempo, los apóstoles no pudieron supervisar la distribución diaria sin descuidar el trabajo más importante de enseñar la Palabra de Dios. Por eso, sugirieron que los creyentes eligieran de entre ellos a siete hombres para servir las mesas. Era necesario que los siete fueran de buena fama, llenos del Espíritu Santo y llenos de sabiduría. Así se eliminaría el problema de las viudas desatendidas, y al mismo tiempo los apóstoles podrían dedicarse exclusivamente a la oración y la diseminación del evangelio.
La iglesia aprobó esa propuesta y, al elegir a los siete, los trajo ante los apóstoles y éstos oraron y les impusieron las manos, confiriéndoles la autoridad y bendición para cumplir su misión.
Las Escrituras mencionan actos posteriores de dos de los siete: Esteban, que llegó a ser el primer mártir cristiano (Hechos 6 y 7); y Felipe, que proclamó el mensaje de salvación a los samaritanos y al etíope (Hechos 8).
A pesar de que su función no recibió un nombre especial en aquella ocasión, parece que los siete eran precursores de los "diáconos" mencionados en Filipenses 1:1 y 1 Timoteo 3:8-13.
A continuación de este episodio, la Escritura da un ejemplo del grado de diseminación del evangelio diciendo: "Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe" (versículo 7). Los sacerdotes judíos eran los defensores más fuertes y estables de su religión. Pero aun ellos iban abrazando la fe cristiana. Ningún hecho registrado por Lucas muestra más claramente que ése la penetración del evangelio en Jerusalén.
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