Lección 5
LA IGLESIA SE EXTIENDE A CAUSA DE LA PERSECUCION
Antes de comenzar esta lección, lea con cuidado Hechos 6:8-8:25.
ESTEBAN, HOMBRE DE DIOS
Esteban fue uno de los siete hombres escogidos por la iglesia de Jerusalén para cumplir con una misión especial (Hechos 6:1-6). La Biblia lo describe como hombre de buena fama y lleno de fe, de gracia, de sabiduría y del Espíritu Santo. Como demuestra su discurso registrado en Hechos 7, Esteban también conocía a fondo las Escrituras y era un buen defensor del cristianismo.
ESTEBAN ACUSADO
Favor de leer primero a Hechos 6:8-15.
Lleno del Espíritu Santo, Esteban hacía milagros entre la gente. Pero a pesar de su carácter intachable y de la poderosa presencia que tenía dentro de sí, algunos de los judíos lo odiaban por lo que Esteban enseñaba acerca de Jesús. Estos judíos, que estaban dispuestos a "defender", aun con violencia, sus interpretaciones de la ley de Moisés y de las enseñanzas de los profetas, no querían reconocer que Jesús era el Mesías de quien sus Escrituras hablaban tanto. Y menos aún, querían reconocer que ese mismo Cristo había dado a la ley de Moisés y a los profetas el significado y perspectiva debidos.
Los judíos discutieron con Esteban sobre lo que decía acerca de Jesús, pero no pudieron contradecirlo porque él hablaba con la sabiduría que provenía del Espíritu Santo. Pero donde el razonamiento falla, la mala fe puede triunfar. Estos hombres "religiosos" recurrieron a la mentira, sobornando a testigos falsos, como ya habían hecho cuando precipitaron la muerte de Jesús. En vez de darle a su víctima la razón que merecía, violaron su propia ley religiosa ("No dirás falso testimonio contra tu prójimo" - uno de los diez mandamientos) con el fin de poder acusar a Esteban de haber violado otro precepto de esa misma ley: hablar en contra de lo sagrado.
Los testigos falsos agitaron a la gente diciéndole que Esteban había hablado irreverentemente de Dios y de Moisés (por medio del cual, Dios había entregado su ley al pueblo judío). Esas acusaciones dieron como resultado el arresto y proceso de Esteban. Una vez ante el consejo, los testigos falsos fueron más sutiles y específicos de lo que habían sido cuando desparramaron sus rumores entre la gente. Esta vez acusaron a Esteban de haber dicho que Jesús iba a destruir el Templo (Juan 2:18-22) y a cambiar las costumbres que les dejara Moisés, lo cual ellos calificaron de "palabras blasfemas".
Visto desde nuestra perspectiva histórica, entendemos que Esteban estaba simplemente prediciendo el eclipse que el judaísmo sufriría a causa del cristianismo. Pero en aquel momento, tal observación fue pura blasfemia para ciertos oídos, crimen que según la ley de Moisés merecía la muerte (Levítico 24:16).
DISCURSO DE ESTEBAN
A primera vista, el discurso de Esteban nada tiene que ver con aquello por lo que fue acusado. Más bien parece ser un simple resumen de la historia judía desde la llamada de Dios a Abraham hasta los días del rey Salomón. Pero leyéndolo con cuidado, se ve que Esteban no solamente respondió a sus acusadores, sino que también los acusó a ellos. Hizo notar que:
1. La presencia de Dios y su adoración jamás se habían limitado a un solo lugar geográfico. Esteban dijo esto para mostrar a sus acusadores que no fue blasfemia admitir que el Templo no era tan indispensable para la adoración de Dios como ellos pensaban (Juan 4:20-24).
2. A lo largo de su historia, la nación judía frecuentemente había rechazado con hostilidad a los mensajeros que Dios le mandaba:
a. Rechazo de José (versículo 9).b. Rechazo de Moisés (versículo 35).
c. Rechazo de los profetas (versículo 52).
d. Rechazo y muerte de Jesús por los acusadores de Esteban (versículo 52).
3. El pueblo judío en muchas oportunidades no había obedecido la ley de Dios, y ellos, igual que sus antepasados, tampoco lo hacían (versículo 53).
El principal papel de los profetas era intimar a la gente para que volviera a Dios. Su mensaje consistía en demostrar cómo el pueblo se estaba resistiendo a cumplir el plan de Dios, especialmente con su noción pervertida de lo que la verdadera religión debía ser.
Como Pedro y Juan ante el Sanedrín (Hechos 3 y 4), como Juan el Bautista ante el rey Herodes (Mateo 14:112), Esteban desempeñó el papel de profeta ante sus acusadores. Como los profetas y tantos de los verdaderos siervos de Dios habían hecho en circunstancias semejantes, Esteban no ocultó y tampoco suavizó la verdad de Dios ni siquiera bajo pena de muerte, sino que siguió fiel a su Señor. La fe, la lealtad y el amor que Esteban demostró cuando proclamó el mensaje de verdad, merecen ser imitados por todos los que se consideren siervos de Dios.
Comprendida esta visión, lea Hechos 7:1-53.
ESTEBAN LAPIDADO
Favor de leer Hechos 7:54-60.
Al ser llamados "duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos" (Deuteronomio 10:16), y al ser acusados de resistir al Espíritu Santo, de no obedecer la ley de Moisés y de haber entregado y matado al Mesías, los judíos se enfurecieron terriblemente con Esteban.
Los versículos 55-56 indican que, por medio del Espíritu Santo, Esteban tuvo una visión de Jesús ocupando la más alta posición de honor y autoridad al lado de Dios. Cuando Esteban comunicó esta visión, los judíos, ya enfurecidos, perdieron el control. Sabían que no podían refutarlo; entonces, recurrieron a la violencia. Se taparon los oídos y gritaron para no tener que oírlo más. Luego, se lanzaron sobre Esteban y lo arrastraron fuera de la ciudad para apedrearlo, aunque los romanos habían quitado al Supremo Tribunal judío el poder de la pena capital.
Al prepararse para matar a Esteban, los judíos se sacaron los mantos, dejándoselos a un joven llamado Saulo, el cual aprobó la muerte de Esteban. Esta es la primera vez que se menciona a este hombre (más tarde llamado Pablo), que llegaría a desempeñar un papel tan singular e importante en la historia de la iglesia.
Las primeras piedras probablemente fueron tiradas por los que habían testimoniado contra Esteban, conforme a lo especificado en la ley de Moisés (Deuteronomio 17:6-7). Antes de morir, Esteban clamó: "Señor, no les tomes en cuenta, este pecado". Aun en la muerte, Esteban reflejó la actitud que caracterizaba al Cristo a quien servía: deseó el perdón de Dios para los que lo estaban matando (Lucas 23:34).
Luego Esteban "durmió" (versículo 60). Para el que llega a ser hijo de Dios por haber recibido la salvación por medio de Cristo (Gálatas 3:26-27; 4:4-7), la muerte no es nada temible ni trágico. Nos dormimos a esta vida terrenal y despertamos a la nueva existencia en la presencia del Padre.
LA IGLESIA ESPARCIDA
Favor de leer Hechos 8:14.
El asesinato de Esteban fue la llama que encendió una persecución general. Con la muerte de Esteban, los que se oponían a los cristianos, como un animal feroz que siente el gusto de la sangre, se lanzaron violentamente contra todos los creyentes. Las persecuciones anteriores habían estado dirigidas solamente contra los líderes de la iglesia, pero esta nueva ola de violencia se desató contra toda la comunidad.
Uno de los principales instigadores y protagonistas de los ataques en contra de la familia de Dios, fue el joven Saulo. Creía que le hacía a Dios un favor persiguiendo a la iglesia (Hechos 26:9). Cumplía con tanto fervor lo que entendía como su deber ante Dios, que iba de casa en casa buscando a los cristianos y llevándolos a la cárcel, ya fueran mujeres u hombres.
Años más tarde, después de su conversión a Cristo, ese mismo hombre afirmaría que siempre había vivido ante Dios con la conciencia tranquila, inclusive durante la época en que perseguía a la iglesia con tanto celo (Hechos 23:1). Esto demuestra claramente el peligro de seguir a ciegas la conciencia, porque es posible pecar contra Dios sin ofenderla. La conciencia es un don de Dios para ayudarnos a vivir ante El con rectitud, pero ella no puede servirnos como guía fiel si no está bien instruida para poder discernir entre lo que le agrada a Dios y lo que le ofende. Tenemos el deber de orientar la conciencia por medio de la Biblia, para que pueda reconocer lo que es realmente la voluntad de Dios.
Ni siquiera la persecución contra la iglesia en general, como tampoco las amenazas, los encarcelamientos y los azotes dirigidos antes contra los apóstoles, silenció a los cristianos. "Los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio". Los apóstoles no fueron los únicos que proclamaron el mensaje de Dios, porque éstos se quedaron en Jerusalén (versículo l). Todos los cristianos tenían el privilegio y la responsabilidad de participar en la difusión del evangelio y así conducir almas al Señor. Sigamos su ejemplo.
Los enemigos de la iglesia de Dios pensaban que iban destruyéndola, pero lo que hacían en realidad era motivar la diseminación del evangelio. En vez de impedir la obra del Dios todopoderoso, pusieron en marcha el segundo paso del plan de evangelización que Jesús encomendó a sus discípulos antes de ascender al Padre (Hechos 1:8). Les había dado la responsabilidad de difundir el evangelio primero en Jerusalén, luego en Judea y Samaria y finalmente en el resto del mundo. La persecución llevó a los cristianos precisamente a Judea y Samaria, donde proclamaron el mensaje de salvación. Todo salió perfectamente de acuerdo con el plan de Dios.
EL PRINCIPIO DE LA IGLESIA EN SAMARIA
Favor de leer Hechos 8:5-8.
Felipe, como Esteban, fue uno de los siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría a quienes la iglesia de Jerusalén encargó un trabajo especial (Hechos 6:1-6). Salió de Jerusalén (principal ciudad de la región de Judea) y se dirigió hacia el norte, a una ciudad de la región de Samaria, con el fin de enseñar acerca de Jesucristo y el reino de Dios. Su mensaje se había centrado en la salvación que la muerte y resurrección de Cristo posibilitaron.
Desde hacía siglos, había existido antagonismo entre las regiones de Judea y Samaria. Los habitantes de Judea se consideraban muy ortodoxos y menospreciaban a los samaritanos por ser racial y religiosamente impuros. Pero Felipe reconoció y demostró que la verdad de Dios era para todos, llevando a los samaritanos la buena noticia de salvación.
Dios concedió a Felipe el poder de hacer milagros para probar a los samaritanos que el mensaje que proclamaba provenía de El. Expulsaba a los espíritus malos y curaba a los paralíticos y rengos, lo cual causaba gran alegría en aquella ciudad. El resultado fue que "la gente, en forma unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe" (versículo 6). Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaron hombres y mujeres" (versículo 12).
En la conversión de los samaritanos vemos un procedimiento que se repite muchas veces en el libro de los Hechos:
1. Escucharon el anuncio de la salvación posible a través de Jesucristo.
2. Lo creyeron.
3. Fueron bautizados.
Así aprovecharon la misericordia de Dios, logrando el perdón de los pecados y la categoría de hijos de Dios, o sea, de miembros de su familia, la iglesia.
LA CONVERSION DE SIMON
Favor de leer Hechos 8:9-13.
Uno de los de Samaria que se convirtió a Cristo era un hombre de gran influencia, que se llamaba Simón. Como el de todos nosotros, su pasado estaba manchado por el pecado. Antes de su conversión, había practicado artes mágicas con mucho éxito, aprovechándose de la gente. "A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo" (versículos 10-11).
En su conversión a Cristo, Simón procedió de la misma manera que los demás samaritanos que fueron salvados: creyó en Jesucristo y fue bautizado (versículo 13). Pero al salir de las aguas del bautismo, Simón, como los demás recién convertidos, no fue de golpe espiritualmente perfecto y maduro ni mucho menos. Aunque el nuevo cristiano cambia la dirección y meta de su vida, el mundo sigue igual. Las pasiones y costumbres del pasado todavía quieren esclavizarlo como antes. Esto es lo que pasó con Simón, como veremos más adelante.
PEDRO Y JUAN ENVIADOS A SAMARIA
Favor de leer Hechos 8:14-17.
Los apóstoles habían permanecido en Jerusalén durante la persecución que se desató después de la muerte de Esteban. Pero cuando supieron que los samaritanos habían recibido la salvación, Pedro y Juan fueron a visitarlos, con el fin de fortalecerlos en su nueva fe. Dice Lucas que por medio de la oración y la imposición de las manos apostólicas los nuevos creyentes "recibían el Espíritu Santo".
Como ya hemos visto, la actividad del Espíritu Santo entre los primeros cristianos es un tema sobresaliente de los Hechos. En lo que sigue, queremos ver los textos bíblicos que hablan del Espíritu como don de Dios para todo hijo suyo. Desde el momento en que el Espíritu desciende sobre los apóstoles en el día de Pentecostés, empezamos a ver el cumplimiento de la profecía de Joel, de que Dios derramaría su Espíritu "sobre toda carne" (Joel 2:28-29; Hechos 2:17-18). El Espíritu Santo, que antes había pertenecido casi exclusivamente a los profetas de Israel (manifestándose a través de sueños, visiones y mensajes proféticos) ahora ha llegado a pertenecer a todo el pueblo de Dios. Las diversas manifestaciones del Espíritu aparecen ahora de una manera general, entre jóvenes y ancianos, entre hombres y mujeres. En Hechos 2:38-39 Pedro anuncia el don del Espíritu Santo para aquellos que se arrepientan y se bauticen en el nombre de Jesucristo. Esta promesa no es para unos pocos, sino para todos los llamados ("para cuantos el Señor nuestro Dios llamaré"). En Hechos 5:32 Pedro dice que Dios ha dado el Espíritu "a los que le obedecen". En esto concuerda con el apóstol Pablo. En Efesios 1:13-14 Pablo dice que los efesios, "habiendo oído la palabra de verdad ... y habiendo creído" en Cristo, fueron "sellados con el Espíritu de la promesa". En Tito 3:4-7 el apóstol dice que Dios en su misericordia nos salvó "por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador`. En 1 Corintios 12:12-13 Pablo afirma que "por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo ... y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". El Espíritu Santo es el agente divino que actúa en el momento de nuestro bautismo para introducirnos en el cuerpo de Cristo (la iglesia), y desde ese momento el Espíritu habita en cada cristiano, sin excepción. Ser hijo de Dios significa tener el Espíritu Santo, el cual nos sirve de guía y garantía de la herencia celestial que nos espera (Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26-29; 4:6-7). La morada del Espíritu dentro de cada cristiano no es algo que se pueda percibir con los cinco sentidos, sino una promesa divina que aceptamos por la fe. No obstante, la presencia del Espíritu se manifiesta por el fruto que produce en la vida de cada uno (Gálatas 5:22-23).
Pero si es cierto que no podemos ser de Cristo sin tener el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), ¿cómo es posible que Lucas diga de los samaritanos que el Espíritu Santo "aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús"? La solución más lógica es la siguiente: en vista de todo lo anterior, debemos suponer que Lucas da por sobreentendido el don del Espíritu Santo que cada cristiano recibe por la fe en el momento de ser bautizado. Lo que los samaritanos no habían recibido en el momento de su bautismo fue el Espíritu en una de sus manifestaciones sensibles. Es evidente que esto es lo que comunicaron los apóstoles por medio de la imposición de las manos, ya que se trata de algo que Simón pudo percibir. Lucas dice: "Cuando Simón vio que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero..." (Hechos 8:18). Quisiéramos saber en qué forma se manifestó el Espíritu en el caso de los samaritanos, pero Lucas no dice nada al respecto. Lo único que podemos hacer es remitirnos a la experiencia de los efesios (Hechos 19:1-6). Después de ser bautizados y recibir la imposición de las manos del apóstol Pablo, "vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban".
Podemos sacar como conclusión que, tanto en el caso de los samaritanos como en el caso de los efesios, lo que se comunicaba por medio de la imposición de las manos apostólicas eran los dones especiales del Espíritu, mencionados en 1 Corintios 12:4-11. La importancia de tales dones estaba en el hecho de que los apóstoles no podían estar en todas partes al mismo tiempo, y los primeros cristianos necesitaban tener acceso permanente e infalible al mensaje apostólico, junto con la confirmación sobrenatural del mismo para poder convencer a los oyentes (Hebreos 2:24). Muchos eruditos ven en la historia sucesiva del cristianismo una desaparición de los dones de carácter milagroso, pero quedaron en su lugar los documentos inspirados del Nuevo Testamento, que contienen el mensaje apostólico y los registros de su confirmación sobrenatural.
EL PECADO DE SIMON
Favor de leer Hechos 8:18-24.
Simón, que antes de su conversión era mago, no se separaba de Felipe, observando con asombro los grandes milagros que hacía. Se dio cuenta de que esas señales eran distintas de aquéllas con las que él había seducido a la gente.
Cuando llegaron a Samaria los apóstoles Pedro y Juan, y confirieron el Espíritu Santo a los cristianos, Simón intentó comparar ese poder apostólico, diciendo: "Dadme también a mi ese poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo". Pedro le respondió con una censura severa: "Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero tu corazón no es recto delante de Dios".
Aunque lo único que Pedro dijo fue que el pecado de Simón era pensar que pudiera comprar el don de Dios como si fuera mercadería, muchas personas han atribuido a Simón, además, el pecado de haber deseado ese poder para comerciarlo después en su propio beneficio. Por eso, ponen en duda el motivo por el cual Simón se hizo cristiano.
Aunque algunos dudan de la autenticidad de la conversión de Simón, la manera en que el apóstol Pedro respondió a su propuesta indica que él no dudó de que Simón hubiera recibido la salvación. Pedro dio a Simón la fórmula para volver a Dios, diciéndole: "Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón". Note que el apóstol NO ordenó a Simón que cumpliera las mismas condiciones que eran necesarias para recibir por primera vez el perdón de los pecados y así ser incorporado a la familia de Dios. 0 sea, Pedro NO exigió de Simón que se bautizara después de arrepentirse, como lo había hecho con sus oyentes en el día de Pentecostés (Hechos 2:38).
No es que el apóstol Pedro hubiera cambiado de idea con respecto a cómo se recibe el perdón de los pecados. Lo que ocurre es que hay dos categorías de pecadores: los que no son miembros de la familia de Dios, y los que si lo son. Y son distintas las condiciones de perdón que rigen para cada una de ellas.
El problema de Simón no fue cómo llegar a ser hijo de Dios (porque ya lo era), sino cómo lograr el perdón de su Padre, siendo un hijo desobediente. Entonces, el apóstol Pedro le dio la solución indicada por Dios: arrepentimiento y oración.
LAS CONDICIONES DE PERDON
Para el que todavía no ha aceptado la salvación:
1. Creer en Jesucristo como Salvador.
2. Arrepentirse de los pecados.
3. Ser bautizado.
Para el que peca después de aceptar la salvación:
1. Arrepentirse de los pecados.
2. Orar pidiendo perdón a Dios.
EL CRISTIANO Y EL PECADO
En el episodio de Simón se ve claramente que aun los que han recibido la salvación son capaces de ofender a Dios y desobedecerlo. La conversión no destruye por completo las viejas tendencias pecaminosas del individuo, y no altera para nada los encantos engañadores del mundo. Después de hacerse cristiano, el hombre todavía está acometido por las mismas pasiones y tentaciones que lo acosaban antes. Pero hay una gran diferencia: habiendo sido adoptado por Dios, el individuo dispone de la meta y ayuda necesarias que, aprovechadas en todas sus posibilidades, le permitirán romper completa y definitivamente con el pecado (1 Corintios 10:13; Hebreos 2:18; 1 Juan 5:18; Santiago 4:7).
Pero a pesar de que tenemos la posibilidad de la ayuda divina para evitar el pecado, los que pertenecemos a Dios muchas veces no la aprovechamos. Si un cristiano peca, pero se arrepiente sinceramente, logra el perdón de Dios, esta vez no por medio del bautismo, sino por la oración. ¡Pero cuidado, no usemos esta promesa de perdón como permiso para pecar, porque nadie engaña a Dios! (Gálatas 6:7-8).
PEDRO Y JUAN REGRESAN A JERUSALEN
Favor de leer Hechos 8:25.
Pedro y Juan concluyeron su misión en Samaria y volvieron a Jerusalén, predicando de paso en muchas aldeas samaritanas. La predicación del evangelio en Samaria, anticipada por Cristo en sus instrucciones finales para los apóstoles (Hechos 1:8), habla llegado a ser una realidad. Gracias a una persecución, se había dado un paso importante para que el evangelio llegara "hasta lo último de la tierra".
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