Lección #9
COMO RESTAURAR LA IGLESIA
La lección anterior nos presentó un cuadro perfecto de la unidad como existía en la iglesia primitiva. Desgraciadamente, la desviación de este modelo, una apostasía de la verdad, se había predicho para el futuro. Jesús dijo que "muchos falsos profetas" se levantarían y engañarían a muchos (Mat. 24:11). Pablo, también, advirtió más tarde: "En los tiempos postreros algunos apostatarán de la fe" (1 Tim. 4:1). El predijo que esta apostasía sería manifestada posteriormente por la venida de uno que "se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Tes. 2:3-4). Pablo también previno que la apostasía comenzaría entre los ancianos de la iglesia (Hech. 20:28-30). Durante el primer siglo, fuerzas malignas ya estaban obrando para producir esta apostasía (2 Tes. 2:7).
LA IGLESIA APOSTATA La iglesia apóstata se desarrolló por unos cambios graduales en las siguientes fases: (1) la organización, (2) la doctrina y adoración, y (3) la conducta. En esta corta lección, sólo podemos ver algunos ejemplos de estos cambios.
CAMBIO DE ORGANIZACION Como vemos en el esquema, cada iglesia del tiempo novotestamentario tenía una pluralidad de obispos (ancianos o pastores) con la misma autoridad, la cual no se extendía más allá de los límites de la congregación local (Hech. 14:23; 20:17, 28; Fil. 1:1; 1 Ped. 5:1-2). Cristo es el UNICO obispo principal sobre todas las congregaciones (1 Ped. 5:4).
Sin embargo, durante el segundo y tercer siglos los obispos que presidieron las sesiones de obispos fueron elevados a un oficio más alto, y les fue conferido el título de OBISPOS, mientras los demás obispos se quedaron con el nombre de ANCIANOS. Así un solo obispo dirigió los asuntos espirituales de cada congregación donde antes había una pluralidad de guías con igual autoridad y responsabilidad. No obstante, en este tiempo todos estos "obispos" todavía tenían la misma autoridad en las iglesias de diferentes pueblos.
La organización de la iglesia se cambió otra vez durante el tercer y cuarto siglo D.C. Algunos obispos se hicieron oficiales principales sobre varias congregaciones de una región. Más tarde los obispos de las regiones más importantes, de los grandes centros de comercio y cultura como Jerusalén, Antioquía, Roma, Alejandría y Constantinopla, crecieron en poder y fueron exaltados como "patriarcas", después llamados "arzobispos". La Enciclopedia Católica (Libro 11, página 583; Libro IV, página 44) admite que este nuevo poder tuvo su origen durante los siglos IV y V después de Cristo.
Estos arzobispos todavía eran iguales en poder. El obispo de Roma no tenía más poder que el obispo de Antioquía. Esta igualdad existía aún en el siglo sexto. Gregorio 1, obispo de Roma en 590 D.C. (más tarde nombrado Papa, santo y doctor), escribió a Eulogio, obispo de Alejandría, que la Sede de Pedro "es la sede de uno en tres lugares, sobre la cual tres obispos actualmente presiden por autoridad divina El nombró los tres lugares como Alejandría, Antioquía y Roma. Cuando Juan el Ayunador, obispo de Constantinopla, se llamó a si mismo "obispo universal", Gregorio I denunció el título como "profano, orgulloso y malvado". Sin embargo, el sucesor de Gregorio en Roma, Bonifacio III, no tenía la misma opinión con respecto a este título y lo tomó para sí mismo en 606 D.C.
La autoridad papal siguió creciendo a través de los siglos. Sin embargo, en el año 1837, Juan B. Purcell, Obispo de Cincinnati, estado de Ohio, Estados Unidos, declaró en una discusión pública (Debate acerca de la Religión Católica Romana, página 23): "Ningún católico iluminado mantiene como artículo de fe la infabilidad del Papa". No obstante, 43 años después, en 1870, el Concilio del Vaticano declaró lo contrario. Ahora se ordena la completa sumisión al Papa "como a Dios mismo". Dicen que el tiene "el lugar del Dios poderoso" (Grandes Cartas Encíclicas, páginas 193 y 304). Esta jerarquía y el papado son los resultados de siglos de desviaciones graduales del plan de organización ordenado por Dios en el Nuevo Testamento.
LA APOSTASIA EN DOCTRINA Y ADORACION La dirección de la iglesia por hombres no espirituales resultó en innumerables cambios de doctrina y adoración, algunos de los cuales se señalan a continuación:
El Sacerdocio. La Biblia dice que todo cristiano es sacerdote (1 Ped. 2:5, 9; Apoc. 1:6) y sujeto solamente a Jesucristo, el sumo sacerdote (Heb. 4:14-16). En el proceso de la historia de la iglesia, los presbíteros pretendieron ser un sacerdocio especial, aparte del resto de la iglesia. Modelado por el sacerdocio judaico, el obispo nuevamente exaltado se hizo sumo sacerdote; los ancianos (presbíteros) se hicieron sacerdotes; y los diáconos, levitas.
La Cena del Señor. El cambio en el sacerdocio causó también un cambio en la adoración. La sencillez de la adoración descrita en el Nuevo Testamento fue reemplazada por las ceremonias ritualísticas dirigidas solamente por los sacerdotes. La función principal del sacerdote judío era ofrecer sacrificios por el pecado (Lev. 1:7). De acuerdo con esto, la cena del Señor se cambió de un memorial de la muerte de Cristo (1 Cor. 11:23-25), llegando a ser considerado como el propio sacrificio. Aunque la Biblia dice que el único sacrificio de Cristo se ofreció por los pecados una vez para siempre (Heb. 9:25, 26; 10:10-12), la iglesia comenzó a decir que el sacrificio de Cristo estaba siendo ofrecido continuamente por el acto de cambiar el pan y el fruto de la vid en el cuerpo y la sangre literal de Cristo. Después, los sacerdotes impidieron que los demás miembros de la iglesia tomaran del fruto de la vid, aunque cada cristiano tiene el mandamiento divino de tomar el vino, tanto como de comer el pan (1 Cor. 11.26, 28).
María, la Madre de Jesús. Todo cristiano verdadero reconoce la maravillosa bendición que María recibió al ser escogida como la madre del Redentor, Jesucristo (Luc. 1:48). No obstante, su exaltación como un ser digno de adoración está completamente sin apoyo bíblico. La Biblia no vuelve a mencionar el nombre de María después de la fundación de la iglesia. Las citas bíblicas referentes a ella en ningún modo la colocan en la posición que ella ocupa en la religión católica romana (Mat. 1:16-25; 2:11-21; 12:46-50; 13:55, 56; Mar 3:31-35; 6:3; Luc. 1:27-56; 2:5-7, 16-22, 27, 33, 51; 8:19-21; 11:27-28; Jn. 2:1-12; 6:42; 19:25-27; Hech. 1:14). En lo que concierne a la exaltación de María, la Enciclopedia Católica dice: "Evidencia en cuanto a la práctica popular de los siglos primitivos está casi enteramente ausente" (XV, 46). Doctrinas teológicas tales como la Concepción Inmaculada, la Virginidad Perpetua, la Asunción Corporal, y el Oficio de Mediadora, todas aparecen muchos siglos después y sin apoyo bíblico.
La doctrina de la Virginidad Perpetua de María se desarrolló para apoyar la práctica del celibato de los sacerdotes. Mateo 1:25 dice que José "no la conoció hasta que dio a luz un hijo, a quien puso por nombre Jesús". Lucas, por la inspiración del Espíritu Santo, nos indica que María sí tenía otros hijos. El, escribiendo muchos años después de estos acontecimientos, nos dice que ella "dio a luz a su hijo primogénito" (Luc. 2:7). La Biblia habla de Jesús como el unigénito de Dios, pero como el primogénito, primero en nacer, de María. Tenemos mención de los hermanos y hermanas de Jesús con su madre (Mat. 12:46-50; 13:55-56). La Biblia nos enseña que una buena esposa siempre practica las relaciones normales del matrimonio (1 Cor. 7:3-5; 1 Tim. 2:15). Por lo tanto, que María tuviera hijos es natural, noble y puro, porque el matrimonio ha de ser tenido "en alta estima entre todos" (Heb. 13:4).
Jesús mismo no exaltó a su madre sobre los demás cristianos. Cuando en una ocasión una mujer le dijo a El: "Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que mamaste", Jesús respondió: "¡Antes, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan!" (Luc. 11:27-28). Asimismo, la teoría de que María es mediadora por la cual los cristianos oran se refuta plenamente cuando leemos 1 de Timoteo 2:5, que dice: "Porque hay UN SOLO DIOS, y UN SOLO MEDIADOR entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús". A los cristianos se les ordena hacer todo en el nombre de Cristo (Col. 3:17), y tienen la promesa de que toda oración ofrecida en su nombre será contestada (Jn. 14:13-14). Los cristianos no necesitan de otro nombre ni mediador más que a Jesús.
APOSTASIA EN LA CONDUCTA Relacionado a la conducta, Jesús dijo: "El árbol malo da frutos malos" (Mat. 7:15-16). Advirtió a las iglesias caídas que les quitará su candelero si no se arrepientan de sus malas prácticas (Apoc. 2:4-5, 14-16, 3:2, 15-17), indicando que no las va considerar como suyas. Pablo habló de esta acción de cortar (Rom. 11:22).
Es de esperarse que la apostasía en la doctrina de la iglesia se refleja también en su conducta. Durante el segundo y el tercer siglo las prácticas del celibato (de no casarse) y la abstinencia de ciertos alimentos cobraron mayor auge. La reclusión de la vida en monasterios durante el cuarto siglo exaltó aún más estas prácticas ascéticas, y en 385 D.C. la iglesia del oeste prohibió el casarse a todos sus presbíteros. Esto contradijo directamente el requisito bíblico de que el obispo tiene que ser "marido de una sola mujer" (1 Tim. 3:2). Pero también esta doctrina cumplió la profecía de que en postreros tiempos algunos se apartarían de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, que prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos (1 Tim. 4.1-3).
La prohibición de casarse condujo al extremo opuesto, o sea, la inmoralidad. Mientras los obispos del Nuevo Testamento habían de ser "de conducta irreprochable" (1 Tim. 3:1-2), la iglesia más tarde permitió que hombres escandalosos continuaran como obispos y aún como papas. Los siguientes papas están señalados por la Enciclopedia Católica como hombres malvados e inmorales: Juan XII, Benedicto IX, Inocente VIII, Alejandro VI y Julio II (I, 289; II, 429; VIII, 20, 426, 562). Adolescentes a veces ocuparon los puestos de obispo, cardenal y papa (Enciclopedia Católica, VIII, 426). La venta del oficio de obispo al que podía pagar más era una práctica común (Enciclopedia Católica, VIII, 20). El mal ejemplo del papa causó la extensión de la inmoralidad entre los obispos, sacerdotes y "miembros del estado seglar". Este cuadro de la inmoralidad habitual está en claro contraste con la pureza de la iglesia primitiva (1 Jn. 2:4-10), donde vemos que debían apartarse de cualquier miembro inmoral (1 Cor. 5:1-13).
Mientras la inmoralidad se pasó por alto, la oposición a la autoridad papal virtualmente se extinguió. Por ejemplo, el Papa Inocente III emitió un edicto en el año 1206 D.C. que resultó en la matanza de más o menos la tercera parte de la población en el sur de Francia, por desafiar la autoridad del Papa. Poco después, comenzó la Inquisición en España, Italia y Francia. Cientos de miles de personas fueron juzgadas culpables de herejía y asesinadas sin misericordia. El Papa otorgó a todos los que participaron en esta "obra piadosa" indulgencias especiales. (La Inquisición, página 43). La acción de Inocente III en la Inquisición se defiende en la Enciclopedia Católica (VII, 262; VIII, 31); pero Jesús dijo: "No paguéis a nadie mal por mal; si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber ... vence al mal con el bien ... el amor no hace mal al prójimo" (Rom. 12:17, 20, 21; 13:10). La falta de amor, tanto para el amigo como el enemigo, muestra que uno no es hijo de Dios (1 Jn. 3:10-15).
Estos cambios en la organización, adoración, doctrina y conducta demuestran que las profecías en cuanto a la iglesia apóstata se habían cumplido.
LA REFORMA A través de los siglos muchos grupos trataron de reformar la iglesia apóstata, pero sus esfuerzos generalmente resultaron en la formación de otra apostasía. No obstante, la historia no relata las enseñanzas características de muchos otros grupos, y podemos deducir que éstos estaban manteniendo la enseñanza pura del evangelio, porque Dios prometió establecer un reino que nunca sería destruido (Dan. 2:44; Mat. 16:18). El reconocimiento histórico no es necesario para la existencia de la verdadera iglesia del Señor Jesucristo. El mismo dijo que sus seguidores fieles serían pocos (Mat. 7:14). Recuerde que solamente ocho personas eran fieles en el día de Noé (1 Ped. 3:20) y solamente 7.000 en el día de Elías (Rom. 11:2-5). El pueblo verdadero de Dios siempre ha sido pequeño, y perseguido por la mayoría (2 Tim. 2:12), pero Dios siempre ha conocido a los que son suyos (2 Tim. 2:19).
En el siglo XVI la iglesia apóstata se había hecho tan inicua que aun dentro de la propia Iglesia Católica Romana estaban clamando por una reforma. En varias partes de Europa hombres como Martín Lutero, Juan Knox, UIrich Zwinglio, Juan Calvino y otros trataban de reformar la iglesia establecida. Desgraciadamente, lo que comenzó como nada más que una protesta contra una iglesia corrompida resultó en una serie de iglesias divididas por credos y nombres sectarios, siempre alejados del modelo novotestamentario. Algunas prácticas de la iglesia apóstata se pasaron a las nuevas iglesias de la Reforma. Calvino, por ejemplo, empezó su propia inquisición contra los católicos en Suiza. Sus seguidores aceptaron las ideas religiosas de estos hombres, sin tener en cuenta la enseñanza bíblica. Los que siguieron la doctrina de Martín Lutero comenzaron a llamarse luteranos, (aunque el mismo Lutero les había pedido que no llevaran su nombre); los seguidores de Calvino se llamaron últimamente presbiterianos y los que siguieron a Juan Wesley se llamaron metodistas. Esta ha sido la historia progresiva de la cristiandad, con más y más grupos sectarios surgiendo cada año.
Aunque los llamados "protestantes" corrigieron algunos de los males de la iglesia apóstata, ellos crearon una condición pecaminosa de división en muchos cuerpos, credos, bautismos y nombres - todo en violación de la voluntad de Cristo (Jn. 17:20, 21; Efe. 4:4-5;1 Cor. 1:10-14; 3:3). Por consiguiente, muchos hombres hoy en día creen que hay solamente dos elecciones: o regresar a la iglesia apóstata, o unirse a una de las sectas del protestantismo dividido. Pero, ¿no hay otra solución a este dilema?
LA RESTAURACION Sí, nosotros conocemos otra solución que no es ni la iglesia apóstata ni el protestantismo dividido. Podemos restaurar la iglesia original. Pero, ¿cómo? La solución consta de dos partes: (1) dejar lo que es la causa del error y la división, y (2) regresar a lo que produce la verdad y la unidad.
La causa de la apostasía original y de la división en denominaciones protestantes es la misma: la desviación de la palabra de Dios (1 Tim. 4:1). Todas las iglesias pretenden seguir las enseñanzas de la Biblia, pero también aceptan otras autoridades como manuales, disciplinas, catecismos, credos, concilios, conferencias y tradiciones. Vemos que la tradición causó que los judíos en los días de Jesús se extraviaran de la palabra de Dios (Mat. 15:3-9). Estas fuentes adicionales de pensamiento religioso y autoridad causan error dentro de la cristiandad. Si la iglesia original del Señor Jesús ha de ser reedificada, el primer paso es dejar atrás toda tradición y autoridad humana (2 Tim. 2:19; 2 Cor. 6:17).
El segundo paso es regresar a la Biblia, el único fuente de unidad verdadera. En el primer siglo, la palabra de Dios produjo la salvación (Sant. 1:21), la membresía en la iglesia original de Jesucristo (Hech. 2:41, 47), la sana doctrina y el crecimiento espiritual (Efe. 4:14-15). Por medio de la palabra de Dios solamente, la congregación local fue gobernada (Tito 1:9) y protegida del error (Hech. 20:28-32). Aplicada sin contaminación, ella produjo y preservó la unidad de la iglesia primitiva.
Jesús promete: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn. 8:31-32). Así que, nosotros probamos que somos verdaderos discípulos, o sea, la iglesia verdadera de Cristo, no por trazar desde el primer siglo una sucesión de obispos, sino por continuar en la misma palabra revelada en el principio por el Señor Jesús. La palabra de Dios es la "semilla" del reino (Luc. 8:11); esta semilla es "incorruptible", y también es "viva y permanente" (1 Ped. 1:23, 24). A pesar de su edad, una semilla siempre produce según su género. La semilla de trigo siempre produce el mismo fruto: trigo. De igual manera, la semilla de la palabra de Dios producirá hoy en día el mismo fruto que produjo en el primer siglo: La iglesia del Señor Jesucristo.
Como hemos estudiado en lecciones anteriores, la Biblia contiene toda la voluntad de Dios (2 Tim. 3:16, 17). Por plantar la palabra de Dios en corazones buenos y sinceros (Luc. 8:15) podemos tener la misma iglesia, unida en la misma doctrina, el mismo amor, el mismo nombre, la misma organización, adoración y manera de vivir que existía en los días de los apóstoles. En el tiempo del Rey Josías, las Escrituras judías se habían perdido en el templo. Como consecuencia, la ley de Dios se había olvidado y la religión judía se había corrompida. Pero cuando el libro de las Escrituras fue hallado, fue leído y obedecido, y la religión verdadera que Dios había dado a los judíos hacía siglos fue restaurada exactamente como era antes de haberse perdido el libro (2 Rey. 22:3-23, 25).
Hoy en día la Biblia es un libro perdido, encubierto por las tradiciones y credos humanos. Escondida la Biblia, la religión se corrompe. Pero cuando la Biblia es encontrada, leída y obedecida, entonces, la iglesia original de Cristo no sectaria queda restaurada. La Biblia solamente produce cristianos sin apodos y auténticos.
CONCLUSION La historia del pasado nos demuestra que las predicciones en cuanto a la apostasía se cumplieron. El movimiento reformador del siglo XVI contribuyó a un retorno parcial a la Biblia, pero falló en restaurar la unidad completa de la iglesia primitiva. Pero, siguiendo el modelo bíblico para esa unidad, nosotros podemos restaurar la iglesia del Señor tal y como era en los días del Nuevo Testamento. Cada año más y más personas salen de la iglesia apóstata y de la división de la religión sectaria para acudirse a la enseñanza bíblica pura y restaurar la iglesia original. Como resultado, la iglesia que en verdad pertenece a Jesucristo ahora cuenta con más de tres millones de miembros en el mundo entero. Usted, querido lector, también puede tomar parte en este "movimiento de restauración". Apártese de las doctrinas e iglesias de hombres. Acuda a la pura palabra de Dios, la Biblia. Unase al esfuerzo para restaurar en su propia comunidad la iglesia del Nuevo Testamento - la que Cristo estableció, comprándola con su sangre preciosa.
Material adicional:
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