¿Sanarán Hoy?

Los Diezmos y el Nuevo Testamento

por Elmer N. Dunlap Rouse, 2016

La palabra diezmo significa la décima parte. En el contexto del Antiguo Testamento, el diezmo era una bendición para el pueblo de Israel porque alimentaba a los sacerdotes, promovía la benevolencia con los extranjeros, viudas y huérfanos y era una expresión de fe en la providencia de Dios. En el contexto del Nuevo Testamento, el diezmo es una falsa doctrina que priva por engaño a los hermanos de sus recursos y los decepciona al ver tanta avaricia en sus guías espirituales. Algunos abandonan la fe desilusionados por estos operadores listos de iglesias que prometen la prosperidad a los hermanos que diezman cuando su único interés es apropiarse de lo que otro sudó. Este escrito repasa los diezmos del Antigua Testamento y la voluntad de Dios para quienes viven bajo el Nuevo Testamento.

Cuando Moisés sacó a los judíos de Egipto para formar una nación, nombró la tribu de Leví completa como sacerdotes. En vez de darles un territorio para cultivar como las demás tribus, les dio como heredad los diezmos de las cosechas de las demás tribus para sostenerse y así pudieran dedicarse a la dirección espiritual de la nación en vez de trabajar en la agricultura. Una vez al año, los demás tribus les entregaba la décima parte de sus cosechas. Además de los diezmos, también se beneficiaban de las ofrendas, sacrificios de animales y primicias. En esta sociedad agrícola, el diezmo era una contribución sobre ingresos a nivel nacional, y así los sacerdotes se encargaban de la parte religiosa, el bienestar público, la educación y la salud pública. Esto es muy diferente a la función de una iglesia. La iglesia no es el gobierno ni provee los servicios del gobierno. ¿Por qué será que algunas iglesias quieren cobrar lo mismo como si fueran el gobierno? Con razón el gobierno quiere poner las iglesias a tributar ya que se operan como comercios con fines de lucro. Estos pastores viven como ricos, cobrando diezmos a los hermanos más pobres que luchan por sobrevivir. Dicen que tiene que vivir así porque representan a Dios. Ningún servidor de la iglesia primitiva pretendía tal cosa. El diezmo del Antiguo Testamento nunca era dinero, sino productos agrícolas que son: granos, vino, aceite, frutas y vacas. Había tres diezmos. El primer diezmo era la décima parte de las cosechas entregadas una vez al año. Después de sacar el diezmo principal, había OTRO diezmo de la parte sobrante, o sea, una contribución especial. Si fuera el año primero, segundo, cuarto o quinto, este otro diezmo era de llevarse a Jerusalén y comerlo allí, toda la familia, en presencia de Dios. Era la forma de aquél entonces de adorar a Dios. Si acaso era difícil cargar este SEGUNDO diezmo hasta Jerusalén debido a la distancia, podían venderlo, llevar el dinero a Jerusalén y allí comprar lo que quisieran comer. Pero si fuera el año tercero o sexto, el segundo diezmo tenía otro destino – era de llevarse a la ciudad más cercana y entregarlo para repartirse entre los levitas, extranjeros, viudas y huérfanos. Este diezmo llevaba el nombre “diezmo de los pobres” o “TERCER diezmo”. El séptimo año nadie sembraba ni cosechaba ni diezmaba. Sumando estos diezmos, vemos que los judíos contribuían un promedio de un 16 por ciento de sus ingresos durante el año. Si añadimos las primicias, ofrendas y sacrificios, su aportación fácilmente aproximaba un 18 por ciento. Además los sacerdotes tenían que dar un décimo de los diezmos que recibían. Compárese Núm. 18:26-32; Deut. 14:22-29; Deut. 26:12; Lev. 27:30, 32; Neh. 12:44; 13:12; 2 Cron. 31:4-13; Mal. 3:10).

Malaquías 3:10 es un texto muy abusado hoy en día por estos ministros mercaderes que acusan a sus hermanos que no diezman de robar a Dios. Los amenazan diciendo que Dios los vaya a maldecir, que todo les vaya a salir mal y que vayan a terminar en la pobreza por su falta de fe. Además, los engañan con ilusiones por afirmar que el diezmo sea semilla, o sea, el secreto de cómo hacer dinero. Todo esto es falso. Este texto nada tiene que ver con los cristianos, sino con los judíos del tiempo del profeta Malaquías que abandonaron a los sacerdotes, obligándolos a su vez a abandonar el sacerdocio y trabajar en la agricultura para no morir de hambre (Neh. 13:10-13). Estos ministros listos de hoy día usan esta sicología enfermiza para lucrarse de sus hermanos. La acusación, amenaza y promesa de este texto sólo aplica al pacto del Antiguo Testamento que fue abolido cuando Cristo murió en la cruz. Los diezmos terminaron como también la observancia del séptimo día, las dieta judía, las siete fiestas anuales, los sacrificios de animales, la circuncisión, la justicia de ojo por ojo y todo la ley de Moisés. Pero estos pastores avaros quieren salvar el diezmo para lucrarse. Las instrucciones del Nuevo Testamento son muy diferentes a las del Antiguo y Cristo es muy diferente a Moisés. La iglesia de Cristo no es el pueblo de Israel.

Cuando Cristo murió en la cruz, el Antiguo Testamento fue abrogado, quitado y clavado en la cruz (Heb. 7:18-19; Col. 2:14-16). ¿Aprueba Cristo la práctica de diezmar hoy en día? No. Antes de su muerte, cuando los diezmos todavía estaban vigentes, Cristo criticó a los fariseos y escribas por ocuparse tanto del diezmo y por olvidarse de lo más importante de la ley como la justicia, la misericordia y la fe (Mat. 23:23). Cristo vivió y murió bajo el Antiguo Testamento (Heb. 9:14-17). Al morir, abrogó los diezmos, cambio la ley (Heb. 7:12) y su nuevo pacto canceló el anterior (Heb. 8:8-13). Si alguien quiere cobrar los diezmos o practicar alguna otra parte de la ley mosaica, debería guardar toda la ley como dijo Pablo en Gálatas 5:1-5. Cristo quiere que los que anuncian el evangelio, vivan del evangelio (1 Cor. 9:14). Pablo recibía salario a veces. Citó la ley de Moisés que dice: No pondrás bozal al buey que trilla”, no como ley sino para ilustrar el principio de que uno tiene el derecho de comer de lo que produce. ¿Quién planta viña y no come de su fruto? La iglesia puede colectar dinero y sostener a sus obreros, no por obligar a los miembros, sino por motivarlos al amor voluntario. Así socorren a los necesitados y suplen las necesidades de los predicadores. Algunos vendían sus propiedades para cooperar. Otros ponían algo aparte cada semana, lo que por la voluntad de Dios pudieran, para financiar la obra de la iglesia. Hospedaban a misioneros y cooperaban para encaminarlos en sus viajes. Cuando Cristo envió a los doce a predicar, no los instruyó a cobrar diezmos ni vender comida, sino a quedarse en los hogares de las personas justas. Los cristianos son generosos y donan su dinero sin tristeza porque “Dios ama al dador alegre”. A veces, Pablo trabajaba con sus manos para sufragar sus gastos y no cobraba la iglesia para no poner obstáculo al evangelio. Según Pablo el amor todo los soporta y no es gravoso (1 Tim. 5:17-18). Rom. 15:26; Fil. 4:10-20; 1 Cor. 9:7-9,12; 13:7; 16:1-2; 2 Cor. 8:1-12; 9:6-8; 11:8; 3 Juan 5-8; Hch. 2:44-45; 16:14-15; 18:1-3, 7; Mat. 10:5-15; 2 Tes. 3:8).

La iglesia no es un casino. Recurrir al diezmo es desconfiar de los hermanos y de las instrucciones de Cristo en su Nuevo Pacto. Algunos pastores se dejan llevar más por su concilio que por Cristo. Puede que sufren de ilusiones de grandeza y envidien a otros ministros que tienen hasta aviones para transportarse. El amor al dinero es la raíz de todos los males. El evangelio de prosperidad es muy dañina al amor de los hermanos. El hecho de que un hermano tenga un automóvil del año no es prueba de que Dios le está bendiciendo. El diezmo no es una apuesta. Dios no es un tragamonedas. El hecho de que Dios prosperó a Abraham no quiere decir que esta es la voluntad de Dios para cada cristiano. Son falsas promesas. Nadie puede obligar a Dios ni sobornarle. Su donación no es semilla. No tiene que dar para recibir, porque Dios ama a todos, es bueno y muy misericordioso. Si todavía hay pastores enseñando a sus feligreses a diezmar, será porque no estudian ni entienden el Nuevo Testamento o porque prefieren ignorarlo por avaricia para seguir aprovechándose de sus semejantes en vez de amarse unos a otros.  Amigo lector, mi deseo es que su iglesia crezca, sea saludable, espiritual y que predique el evangelio con amor. Si su iglesia exige el diezmo, no debería apoyar esta práctica, sino buscar la voluntad de Dios por orar y estudiar la Biblia. Puede sacarle copia a este tratado y hacerlo llegar a los hermanos.

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