Lección 10

DON DE PROFECIA (2)

Mediante el mensaje anterior aprendimos que a los profetas de la iglesia primitiva les fue dado el poder de controlar el uso de su don, que todos podían profetizar (es decir, todos los que tenían el don porque no todos los miembros lo tenían, 1 Cor, 12: 8-10, 28-30), pero que lo tenían que hacer por turno, que el don de profecía era el más importante de todos los dones y que los profetas ocupaban el segundo puesto en la iglesia siendo ellos una parte del fundamento de la iglesia. Nos resta estudiar algunos pasajes particulares sobre el tema. También queremos dar ejemplos de profetas y de profecías en el nuevo testamento.

Volviendo a 1 Cor, 14 encontramos en el versículo 29 una frase que quizá requiera mas explicación. Dice el pasaje, "Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen." ¿A quiénes Pablo se refería? El contexto indica que se refirió a los demás profetas. En una congregación local si había muchos profetas, de todos solamente dos o tres podían hablar. Los demás escuchaban y juzgaban, Pero, ¿por qué el Espíritu los mandó a que juzgaran? ¿Por qué tenían que juzgar a sus hermanos que profetizaban? ¿No tenían todos el mismo don? ¿No fueron todos inspirados por el mismo Espíritu? ¿No era el juzgar una forma de manifestar la falta de confianza? Al juzgar, ¿no quedaría obvio que dudaban la palabra de los que profetizaban?

Comprenderemos la necesidad de juzgar si nos damos cuenta de que había, aun en aquel tiempo apostólico, falsos profetas que amenazaban el bienestar espiritual de la iglesia. Cristo había advertido a los discípulos en cuanto a lobos rapaces vestidos de ovejas, diciendo, "Guardaos de los falsos profetas" Mateo 7:15. También dijo en Mateo 24:11, "Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos." 1 Pedro 2:1 dice, "Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras.." El apóstol Juan escribió en su primera carta 4:1, "Amados, no creáis a todo espíritu sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo." Ahora, debemos comprender porque los profetas tenían que juzgarse los unos a los otros. Tenían que proteger la iglesia contra falsos profetas y las doctrinas heréticas que llevaban esos impostores. El mensaje de todos los profetas verdaderos tenía siempre que concordar. No pudo haber contradicciones. Si uno que decía ser profeta se levantó promulgando una doctrina nueva, los otros profetas que si tenían el don verdadero de profecía, le juzgaban a base de las revelaciones que habían recibido. Si traía una doctrina errónea podían ¡identificarlo como un agente del diablo disfrazado, como ángel de luz. Sí, tenían que juzgar probando a todos. Sí, tenían que sospechar hasta averiguar si el que enseñaba era de Dios o de Satanás. Fue un mandamiento del Espíritu Santo. No había nada fuera de lugar en esta práctica. Al contrarío, era un arreglo sabio designado para proteger la iglesia. Los profetas, al no haberlo seguido, hubiesen fracasado en una de sus obras más esenciales. Repetiremos lo que dice la palabra de Dios y es que muchos vienen en el nombre de Cristo pero algunos de los que vienen así no son del Señor, sino mas bien son impostores, hijos de Satanás, enviados por el para destruir, sí fuera posible, el reino de los cielos. No cabe duda de que, en aquel tiempo del primer siglo, muchos vinieron diciendo que tenían el don de profecía cuando en realidad no tenían ningún don, ni aun eran espirituales. Fue el deber de los profetas verdaderos señalar a la iglesia la presencia de tales engañadores. Tenían que juzgar a todos los que profetizaban distinguiendo entre los profetas de Dios y los de Satanás.

Escudriñando los pasajes del nuevo testamento que hablan de la profecía en la iglesia primitiva, notamos que por lo menos tres hacen referencia a mujeres que tenían este don. De la profecía en la iglesia, el profeta Joél (de la era Mosaica) habla dicho, "Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán," (Joél 2:28- 30). En el día de Pentecostés, cuando vino el Espíritu Santo, Pedro citó este pasaje profético de Joél y declaró que se estaba cumpliendo en aquella misma hora. Sin duda, algunas hermanas de la iglesia apostólica recibieron el don de profecía. Se nos dan dos casos específicos: (l) el de las cuatro hijas doncellas de Felipe, Hechos 21:8,9; y (2) el de algunas hermanas de la iglesia en Corinto (1 Cor. 11:2-16). Dice 1 Cor. 11:5, "Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza», o sea, afrenta a su esposo como lo explica el versículo 3.

¿Podemos concluir entonces que las hermanas que tenían el don de profecía lo usaban en las reuniones públicas de la iglesia? Esta conclusión no puede ser correcta. En primer lugar, el Espíritu Santo había prohibido a las mujeres a que no hablaran en los cultos, 1 Cor, 14:33, 34: "Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar ...". 1 Tim. 2:12: "No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio." Ya hemos aprendido que el propósito principal del don de profecía era edificar a la iglesia. La iglesia se edifica cuando se le enseña el evangelio. Pero, la mujer cristiana no podía enseñar en el culto de la iglesia. Pues, no podía profetizar en la iglesia. No podía profetizar aun teniendo el don, porque no podía enseñar y porque le fue prohibido terminantemente hablar en el culto. Nótese bien que Hechos 21:8, 9 no dice que las cuatro hijas de Felipe profetizaran en las iglesias. Tampoco no se dice en 1 Cor.11:2-5 que las hermanas de Corinto profetizaran en la congregación. Al leer 1 Cor, 11: 2-16, el tema principal del cual no es la profecía, sino el velo, debe de sobreentenderse que Pablo no se refiere a profecías dadas por mujeres en el culto. El Espíritu Santo lo había prohibido. Ahora, si Pablo en este pasaje aprueba, como algunos piensan erróneamente, profecías por mujeres en las reuniones de la iglesia, entonces hay una contradicción patente entre este pasaje y 1 Cor. 14:33-35. ¿Se contradice el Espíritu en sus declaraciones? ¿Se va él en contra de sí mismo? ¿Quién dirá que sí?

Si las hermanas que recibieron el don de profecía no podían usarlo en los cultos de las congregaciones, entonces ¿cómo lo usaron? ¿De qué provecho era haberlo recibido? Las hermanas de la iglesia primitiva que profetizaban podían hablar en privado a otros hermanos. En su trabajo casa por casa podían profetizar. Enseñando a los conversos e inconversos, podían profetizar. Las hermanas podían profetizar para edificar a otras hermanas. Y las hermanas jovenes a quienes fue dado el don de profetizar podían edificar, exhortar y consolar a las demás jovenes cristianas. De esta manera todos recibirían la edificación tan necesaria para el desarrollo espiritual. Acuérdese de una verdad importante: el trabajo personal, o sea, ese trabajo hecho cuando hablamos en privada, cara a cara y con franqueza, es casi siempre el trabajo más eficaz, aun de mas valor que la predicación publica. Es esta labor que pueden llevar a cabo las hermanas. Lo hacían en el primer siglo usando el don de profecía. Dadas las circunstancias difíciles bajo las cuales la iglesia trabajaba en aquellos tiempos de amenazas, peligros y persecuciones ¡cuán importante era el don de profecía entre todas las hermanas! En su vida privada, en su trabajo con otros miembros, en estudios privados, en su trabajo casa por casa, servía de ayudarles edificar, exhortar y consolar.

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