Lección 33
EL DON DE PROFECIA NO EXISTE
Obedeciendo al mandamiento de los apóstoles que nos advierte a probar a los espíritus hemos estado examinando al espíritu ese que algunos trajeron aquí a la isla de Puerto Rico a principios de este siglo. Por cierto, dijeron que el espíritu que habían traído era el verdadero y fiel Espíritu Santo de Dios. Pero mediante nuestras indagaciones se ha descubierto que ese espíritu ni es santo, ni verdadero, ni fiel, ni de Dios sino, a menudo, rebelde, vulgar, engañoso, desobediente y, por lo tanto, deducimos que ha de ser uno de los enemigo de Dios. La prueba que sostiene tal conclusión sobreabunda. Sin embargo, muchos no la admitirán y siguen creyendo que ese espíritu ha venido de la presencia de Dios Andan unidos a él en corazón; lo buscan en los montes y los valles, mediante ayunos, oraciones y muchas súplicas. Lo llaman a gritos y él responde con manifestaciones que dan la apariencia de poder divino. Y sus seguidores le alaban diciéndole "santo" y "verdadero." Al oír sus alabanzas me entristezco en gran manera. Su culto es como el culto ofrecido a los dioses falsos, su adoración tan vana como la de los paganos y su fe igual de ciega. Viven encantados por el hechizo de un espíritu que se disfraza de ángel de luz. ¿Cuándo volverán en sí? Temo por su salvación. No comprendo por qué se les hace tan difícil distinguir entre los espíritus de Dios y los del diablo. A mi parecer es porque no conocen al verdadero Espíritu Santo de la Biblia. Nuestra oración continua a Dios es que estudiemos con detenimiento la doctrina bíblica sobre el Espíritu. El conocimiento pleno de la enseñanza divina en cuanto al Espíritu acabará en seguida con las supersticiones y prácticas vergonzosas que ahora nos rodean.
¿Cuántos en Puerto Rico creen que el autor de las profecías innumerables publicadas aquí en nuestra isla es el verdadero Espíritu de Dios? ¿Cuántos creen que el Espíritu Santo ha dado a los que dicen ser profetas el verdadero don de profecía? Muchos lo creen, ¿verdad? Pues, ¡yo no! "Qué atrevimiento!," dicen. No, atrevimiento no; sólo la declaración honrada de una convicción fuerte basada sobre pruebas irrefutables. Espero que la franqueza que, a veces, uso no le sea a nadie causa de tropiezo. Soy una persona sencilla. A mí no me gustan los subterfugios ni las disimulaciones. Presento las cosas tal como son. No soy pronto para creer cualquier mensaje o testimonio. No aceptaré a ningún espíritu sin antes haberlo examinado bien. Y lo juzgaré, nunca a base de lo que sus partidarios afirman de él, sino siempre de acuerdo con sus frutos espirituales, los resultados tangibles de su obra y las manifestaciones visibles de su poder. Siguiendo dicho criterio, declaro que, de acuerdo con la evidencia disponible, el espíritu de profecía que se manifiesta hoy no puede ser un espíritu enviado por Dios. Razone y verá que esta conclusión no es mera opinión sino la verdad incontrovertible sobre el asunto. En primer término, nótese que el espíritu de profecía moderno no obedece los mandamientos del verdadero Espíritu. Por sus frutos lo conoceremos. Pues, juzgue usted. Sí mis sentidos no me engañan ese espíritu hace que muchos y a veces todos profeticen de una vez. Ese mismo espíritu no se comporta "decentemente y con orden" sino alborota mucho, usando el don de profecía para fines malos. Además, pone a las hermanas a predicar en las congregaciones. Obsérvese que ese espíritu apoya doctrinas humanas y proclama mandamientos del Antiguo Testamento que fueron abolidos cuando Cristo fue crucificado. A veces, ese espíritu da profecías absurdas, profecías que no se cumplen. A veces, él se comporta como un niño sin entendimiento, y no pocas veces se ha comportado mal, haciendo y diciendo lo que no conviene. Cuando escuchamos a ese espíritu y consideramos sus obras, comprendemos que no es el Espíritu de Dios. Sus pretensiones a la piedad y a santidad no nos engañan. Sí, habla mucho de la Biblia; de Dios, de la salvación y de otros tales temas sublimes, pero con dificultad le prestamos atención. ¿Sabe por que? Por su desobediencia. Escuchándole nos damos cuenta de que contradice una y otra vez la palabra de Dios aunque se refiere a ella con frecuencia. Vemos también que ha pervertido el evangelio predicando doctrinas de origen humano. Sabemos que el verdadero Espíritu de Dios no se contradice nunca y que siempre habla como los oráculos de Dios repitiendo fielmente el mensaje redentor del Nuevo Testamento.
¿Qué profetiza el espíritu que anda por las ciudades, los campos y las aldeas de Puerto Rico? Citemos algunos ejemplos específicos. Un llamado profeta de la parte este de la isla habló referente a un joven, músico de una iglesia. El joven se encontraba luchando en la guerra en Vietnam. Mediante el profeta el espíritu dijo del joven: "Yo lo cuido; lo traigo vivo." Poco después, el joven fue muerto en la guerra. En 1968, cierto profeta proclamó que 20 personas morirían durante las elecciones. No murió ninguna. Fracasó la profecía. A un tal "Cachón" de cierto pueblo de la isla un profeta dio el nombre espiritual Eneas y luego le dio una profecía no muy consolador diciendo, "La caja viene pronto." ¡Veinte y cinco años después la caja todavía no había venido! Cierto profeta de Gurabo, hablando por el espíritu que obraba en él, dijo a un hermano que su hija iba a morir pronto. La profecía no se cumplió; la hija vive y se encuentra saludable. ¿Qué espíritu obraba en esos profetas? El Espíritu Santo no fracasa en sus profecías pero ese espíritu sí vez tras vez fracasa.
¿Replica que los casos mencionados no prueban que no haya profecías verdaderas hoy dadas directamente por el Espíritu? No, unos pocos casos no lo probarían. Pero, estos no son casos aislados sino más bien ejemplos de lo que acontece continuamente y todos lo saben. ¿Nos dice que esos profetas cuyas profecías no se cumplen son falsos? Entonces, ¿qué del espíritu que obra en ellos? ¿El también es un espíritu falso? Es él mismo espíritu que se nueve en todos. Pero, ¿quién es ese espíritu? Pues, es el mismo que se manifiesta en los cultos. ¿Verdad? El mismo que baja, según se cree: de los cielos y aviva a las iglesias haciendo que los miembros sientan el gozo, poniéndolos a danzar, a gritar y a hablar lenguas estáticas. Ahora, el mismo espíritu que, de esa manera se mueve en los cultos también obra en los que profetizan. Pero, los que profetizan no tienen el verdadero Espíritu Santo. Entonces, tampoco lo tienen los que gritan, hablan lenguas, danzan, alborotan, etc. Lo que tienen es ese mismo espíritu débil, desobediente, defraudador, más carnal que espiritual; el mismo que mora en los que dicen ser profetas, ¡y no lo son!
No discernimos muchos espíritus distintos en todos, estos movimientos carismáticos modernos; no vemos unos que obedecen y otros que no lo hacen. Vemos uno sólo a quien se le atribuyen las manifestaciones y los poderes ya mencionados. Toda la evidencia sobre la identidad de ese espíritu prueba que no es el Espíritu verdadero. Al contrario, muestra que lleva las mismas características que tiene el espíritu de error. Si dice que es el Espíritu Santo, ¡pues se hace impostor! Y lo dice; todo el tiempo y en todo sitio dice que es el Espíritu Santo. Entonces, en el empeño de sostener su pretensión grande, ofrece poderes a los oyentes. Habla de manifestarse mediante señales y prodigios. Y la gente, siempre curiosa, siempre andando por vista, no por fe, corre en pos de él, esperando ver algo espectacular. Y ¡lo ven! Pero no se dan cuenta de que son dones ficticias y manifestaciones mentirosas. Ese espíritu se esfuerza en imitar la obra del Espíritu Santo en el primer siglo, pero no puede. Profetiza, pero sus profecías no se cumplen. Habla lenguas, pero no son en realidad lenguas. Trata de curar a los enfermos pero fracasa casi todo el tiempo. Se manifiesta pero casi siempre mediante emociones carnales. En todo es inferior el Espíritu de Dios y, en mucho, quebranta los mandamientos de Dios.
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