Felix y Drusila
Félix y Drusila

por Elmer N. Dunlap Rouse, 2021

 Marco Antonio Félix nació esclavo en Nápoles, Italia, cuando Jesús tenía como diez años. Su hermano, Marco Antonio Palas, era secretario de Hacienda y amigo del emperador de Roma. No sólo logró su libertad, sino que también que fuera gobernador de Judea. Félix era cruel, inmoral y avaro. Fue criticado por tener el corazón de esclavo y la ropa del rey. Le quitó la esposa a un príncipe de Siria, una mujer judía llamada Drusila. Ella era la hija menor de Herodes Agripa I, el que había matado al Apóstol Jacobo en Hechos 12. Su tío mandó decapitar a Juan el Bautista. Félix había gobernaba a Judea por cinco años cuando le transfirieron un preso - el Apóstol Pablo. Le celebró un juicio, pero por ser listo, nunca le dictó su veredicto - para timar a Pablo, para sacarle algún dinero a cambio de su libertad. Al no tener éxito, dejó a Pablo preso cuando su plazo de gobernador terminó. Esta historia está en la Biblia en Hechos 24.

Sucedió que Félix, junto con su esposa Drusila, llamó a Pablo para que les explicara la fe en Jesucristo. No lo estoy inventando. Sabía algo de Jesús, pero quiso saber más. Pablo era la persona indicada - era amable, educado, ciudadano romano y reconocido como una autoridad. Pablo dialogó con ellos, pero fue Félix que puso fin a la reunión … porque estaba temblando. Se supone que fuera el preso que temblaba, no el gobernador. ¿De qué hablaron? Félix era Romano. Drusila judía. Sin duda, los argumentos de Pablo eran los mismos que aparecen en su carta a los Romanos que está en la Biblia. Pablo les presentó el evangelio. Cualquier persona hoy que desea conocer el evangelio original, sólo tiene que leer Romanos.

Pablo les explicó cómo salvarse. Tal vez Félix pensaba que era Pablo que necesitaba salvación, hasta que Pablo comenzó a hablar de la ira de Dios contra toda impiedad e injusticia de los hombres. Fue allí que la mueca de sonrisa desapareció de las caras de ellos. Pablo continuó. Dios manifiesta su poder eterno por medio de las cosas hechas. Por el mero observar la creación, todos entiendan y nadie tiene excusa. Después de conocer a Dios, no le glorificaron como a Dios, sino que cada uno se envaneció con sus propias ideas hasta volverse a necio y ciego. Viendo la terquedad de los hombres, Dios los entregó a pasiones vergonzosas, a la inmundicia y la perversión. Cambiaron la verdad de Dios en mentira. Para asegurarse de que Félix y Drusila entendieran bien este punto, Pablo les presentó una lista de perversiones tanto que Félix y Drusilla pensaron que Pablo sabía todo de la vida de ellos: fornicación, avaricia, envidia, homicidios, engaños, murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desleales, implacables y sin misericordia. Según la ley de Dios, tales personas merecen la muerte. Luego les explicó que la ley sólo ayuda si uno la guarde, pero como nadie la ha podido guardar, tanto judíos como romanos están bajo pecado. La ley no salva, sino sólo condena.

Evangelio quiere decir buenas noticias. Entonces Pablo les habló del amor de Dios, el cual no quiere que ninguno perezca. Dios envió a su hijo para morir en la cruz en sacrificio y así pagar los pecados de toda la humanidad. Por fe en Jesús, Dios perdona los pecados sin costo alguno y declara inocente al pecador. Explicó que no era necesario circuncidarse ni vivir como judío, sino sólo aceptar el perdón de Dios. Tal vez fue entonces que Pablo le preguntó si creía en Jesús. Félix temblaba porque entendió el evangelio. Temblaba porque sabía que estaba mal. Temblaba porque Drusila lo estaba mirando y sabía que era capaz de mandarla que se fuera, de dejarlo todo y seguir a Jesús. Temblaba por la lucha que hubo en su corazón entre el Espíritu Santo y el mundo. Al final, decidió dejar el asunto para otro día.

Un evangelista invitó a un padre de familia a la iglesia, el cual respondió, “Voy cuando estoy derecho”. Murió y la viuda le pidió al evangelista un culto fúnebre en la iglesia. Aceptó y durante el culto alguien le preguntó si el fallecido era cristiano. El evangelista respondió, “No sé si era cristiano, pero sé que era una persona de palabra. Dijo que iba a estar aquí cuando estuviera derecho. Está aquí y está derecho”. Amigo lector, ¿dónde vas a pasar la eternidad? No lo dejas para mañana. Hoy es el día de salvación.

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