¿Puedes Evangelizar?
Jesús era evangelista y sus discípulos aprendemos a evangelizar imitando su ejemplo. En Juan 4 iba camino a Galilea. En vez de usar el camino acostumbrado por cruzar al otro lado del río Jordan para evitar pasar or Samaria, cruzó directo. En el pueblo de Sicar, sus discípulos lo dejaron solo para entrar en el pueblo y comprar comida. Jesús se sentó al lado del pozo de Jacob y una mujer Samaritana vino a sacar agua. Jesús aprovechó el momento para hablarle a ella del evangelio y para enseñarnos como evangelizar.
Jesús la Contactó
Le pidió agua. Para evangelizar, nos toca a nosotros iniciar la conversación. El discípulo de Jesús siempre está dispuesto a conversar con otra persona con el mensaje del amor de Dios.
Sucede que esta mujer era idónea para ser el instrumento de Jesús para preparar este pueblo que la obra evangelizadora de Felipe más tarde. Era una mujer inteligente, directa y auténtica. El hecho de que iba sola a sacar agua indica que era pobre y de una reputación no muy buena. Me parece que ella insinuaba al principio que el interés de Jesús en ella es de naturaleza sexual, por el mero hecho de que Jesús le pidió un favor. Jesús no tenía problema en hablar con ella violando las normas sociales del tiempo, ya que Jesús es Dios y ama a todos.
Jesús Causó Curiosidad en Ella
Por pedirle agua, ella reprochaba a Jesús, cuestionando su atrevimiento de pedirle algo. Le reprochó por ser un judío en Samaria, y por hablar con una mujer. Pero su actitud altanera no molestó a Jesús en nada, sino que nuestro Señor continuaba el diálogo buscando compartir con ella el don de Dios. “Si conocieras el don de Dios y quien el él que te dice: Dame de beber, tu le pedirías y el te daría agua viva” (v10). Jesús es el don de Dios (Jn 3:16-17). Ella pensaba, ¿quién se cree éste? Nuevamente se mofa de Jesús, recordándole que no tiene con qué sacar agua del pozo tan hondo, pero Jesús nunca se molestó. La está pescando.
Jesús le habló del “agua de vida” (una mejor traducción) para transformar la conversación a un nivel espiritual. Este es un arte, de empezar hablando de cosas naturales, temporales, del condiciones del tiempo, de noticias, de deportes, de cualquier cosa y de una manera natural transformar la conversación hacia el evangelio. El evangelista busca lucir a Jesús en la mente del mundano. Jesús le ofrece agua de vida a una mujer que no tiene vida, la que fracasó cinco veces en el matrimonio y todavía no es feliz.
Jesús Prueba lo que Dice
Cuando ella acepta del reto y le pide a Jesús el agua de la vida, Jesús le pregunta por su marido sabiendo que no tenía ninguno, probando a ella un conocimiento milagroso. Ella se maravilla y la conversación progresa a un en nivel espiritual y de respeto. Ahora ella quiere saber lo que Jesús le puede decir.
Claro que nosotros no tenemos la capacidad de Jesús de un conocimiento milagrosa de la vida de otra persona, pero podemos probar que merecemos la confianza de la persona por conocer las Escrituras. En la conversación, podemos producir una Biblia o un celular inteligente con la aplicación del la Biblia y pedir a la persona que leyera en alta voz un texto oportuno a la conversación. Después le preguntamos, “¿Qué entiende?” Ya no es cuestión de mi interpretación, sino de lo que dice la Biblia. Entienden que es Dios que le está hablando. Esta es la prueba que ellos quieren ver, no la opinión de uno.
Jesús la Llamó
Jesús la llamó. No en tales palabras, pero de manera sicológica, hubo lo que podemos llamar una conversión donde ella expresa su fe en Jesús el Mesías. Ella dejó su cántaro y fue al pueblo para anunciar lo que ella había experimentado. Llegó a ser discípulo y portavoz de su encuentro con Jesús dentro de su contexto y limitaciones. Ella no pudo ser bautizada en la muerte de Jesús porque todavía Jesús no había muerto. Tal vez este trabajo le iba a tocar a Felipe y los Apóstoles Pedro y Juan en Hechos 8.
Cuando evangelizamos, cuando la persona conoce los fundamentos del evangelio y cuando su fe madura hasta confiar en Jesus, entonces es el momento de hacer una llamada. La persona decide en aceptar y obedecer la fe. Para Pablo y nosotros que vivimos en la era cristiana (después de la muerte de Jesús y el establecimiento de la iglesia), este llamado se contesta con una confesión de fe, arrepentimiento y bautismo. Ananías estaba llamando a Pablo cuando dijo, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16). Su momento de decidirse llegó. No le hace ningún bien por dejarlo para otro día, ni dejarlo para que se enfríe o que se distrae con otras cuestiones.
La mujer samaritana se entregó al llamado de Jesús. Más adelante otras personas como Felipe, los Apóstoles y líderes de la iglesia iban a ayudarla a continuar estudiando, orando, asistiendo y llevando el evangelio a otras personas. Jesús nos da en esta historia el arte de evangelizar en la calle, siendo agresivos y desarrollando una conversación para presentar a Jesús. Si fuimos evangelizados, esto se debe a la bondad y generosidad de otra persona. Este favor que hemos recibido, lo debemos a otros que todavía no han escuchado una presentación auténtica del evangelio.