LA IGLESIA DE PRODIGOS

por Elmer N. Dunlap Rouse

Cristo contó que el menor de dos hijos decidió marcharse no sin antes exigir a su padre la herencia que le tocaba. En un país lejano lo perdió todo, viviendo pródigamente. Cuando se le acabó y hubo hambre, llegó a apacentar cerdos y envidiarlos cuando comían. Refleccionando sobre su estado anterior, se arrepintió y regresó para confesar sus faltas a su padre y pedir trabajo. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo reconoció, y en una escena comovedora, corrió, abrazó a su hijo y lo besó. No lo dejó confesarse bien cuando mandó a vestirlo y hacerle fiesta.

Si Dios es un padre, como Cristo lo pintó, nosotros los cristianos somos la gente más afortunada del mundo. Lágrimas llenan nuestros ojos al ver la alegría, ternura, bondad y generosidad que Dios tiene para los que eran perdidos y son hallados, que eran muertos y habían revivido. Cuando Dios corrió, era para recibir a su hijo perdido. Dios quiere que todos sus hijos regresen a casa y que encuentren allí calor, cariño, alegría, no importa lo que hayan hecho, el tiempo que haya transcurido, ni que apesten a cerdo. ¡Que gran noticia! Dios recibe al pecador.

"El hijo pródigo" es el tercero de tres parábolas, las otras siendo la oveja perdida y la moneda perdida. Común a las tres es el gozo producido por el arrepentimiento. El pastor encontró a su oveja y dice a sus amigos, "Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido" (Luc. 15:6). La mujer dice, "Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". El padre demostró gozo, alegría; perdón y tanto amor que el hijo sintió que era correcta su decisión de regresar a casa. El padre no pensó en la fortuna perdida ni en el daño hecho. No se sentó indignado por la clase de vida que su hijo había probado, ni pensó en futuras faltas. No pensó en humillarlo para que no volviera a hacer lo mismo o para que su otro hijo temiera. No pensó en los comentarios de amigos o vecinos.

Observa que el padre gozó más por el regreso del pródigo que por la fidelidad del hijo mayor que nunca lo había abandonado. Escuchamos a Cristo, "Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento". La motivación de Cristo por contar la historia era callar la crítica de los fariseos y los escribas que le censuraban por comer con publicanos y pecadores. Murmuraban del Señor, diciendo, "Este a los pecadores recibe, y con ellos come" (Luc. 15:1-3). El desprecio de los fariseos y los escribas hacia la gente común era cruel. El orgullo y confianza en sí mismos como justos los disponía a alzarse, mirar por encima de los hombres y tratar a sus semejantes como basura. No podían concebir de un Dios que sentía gozo por un arrepentido, sino el Dios de ellos era tan Santo y tan Separado (fariseo = "separado") que había gozo en el cielo cuando un pecador era destruido. Eran "Jonaces" que prefieren mejor ver Nínive destruido que perdonado.

Podemos ser la iglesia que roba al cielo de su gozo por imitar a los fariseos y los escribas o podemos ser la iglesia que corre para recibir al pródigo con gozo y amor. Si todos pasaramos al frente para felicitarlo y si él pudiera sentir el calor y la bienvenida en nuestros ojos y ver nuestras lágrimas de alegría, el pródigo nunca tendría miedo de cumplir con Dios, de regresar a casa y unirse de nuevo con nosotros, sus hermanos.

 

COMO SER UNA IGLESIA CON PROPOSITO
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