Un Joven vino Corriendo a Jesús
y le preguntó, “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” ¿Qué le diría Jesús? ¿Le pediría una donación o un favor? Además de ser rico, el joven era también gobernante y en la posición de hacer cualquier favor que Jesús le pidiera. ¿Cómo puede este joven tener la vida eterna? No la pudo comprar en Walmart, ni en ni en eBay. No figura en Clasificados Online, ni en el pulguero. No es un premio de la lotería. No está en la cima de una montaña. Amigo lector, hoy es tu día de suerte. Tienes, en este papel, la respuesta de Jesús.
Ninguno hay Bueno
Jesús le contestó, “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios”. Jesús dirigió la atención del joven hacia Dios, el Eterno, el que creó todas las cosas, inclusive la existencia de este joven. Le conoció antes de que el universo fuera formado y le juzgará cuando todo sea terminado. Amigo lector, Dios también te conoce a ti y te mandó saludos.
Lo Que No Somos
Dios es bueno, infinitamente bueno y es amor. Es todo lo que este joven y nosotros no somos. No somos como Dios. Jesús trató de ayudar a este joven y a nosotros a reconocer nuestra condición caída. Este es el primer paso para tener la vida eterna - aceptar que sólo Dios es bueno y nosotros pecadores, pero Jesús no convenció al este joven. Todos hemos fallado a Dios. Hasta nuestra propia consciencia nos acusa. El pecado es una condición universal y es la experiencia de toda persona que vive. No hay bueno. Sólo hay dos alternativas.
Una Alternativa: Guardar los Mandamientos.
Le dijo, “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. El joven contestó que los había guardado todos. En realidad, era un joven típico, lleno de energía y creía que todo lo podía hacer. Jesús ya sabía que no iba a poder ayudarlo. Su inmadurez no le permitió entender que sólo Dios es bueno. Nadie pudo, ni puede guardar lo que Dios manda – porque no somos buenos y no amamos como Dios. Todos fallamos. Tampoco vale guardar la mayoría de los mandamientos. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley” (Santiago 2:10-11). Esta manera de tener la vida eterna por obedecer los mandamientos es imposible. Este joven alegó haberlo hecho, pero no era verdad. Se estaba engañando.
La Otra Alternativa: Creer en Jesús
En vez de refutarlo, Jesús le propuso otro camino, el cual le era posible. “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”. Esta es la única manera de tener la vida eterna “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Jn. 3:16). Jesús es el único camino que lleva a la vida eterna. Vender todo no es la obligación de todo creyente, pero sí tiene que renunciar a todo lo que posee y reconocer que todo le pertenece a Dios.
Jesús amó a este Joven.
Entre más confundido, engañado y perdido, más Jesús le amaba y no quiere que nadie se pierda. Aunque el joven le rechazó, siguió amándolo. El joven se fue triste y vacío. Amigo lector, no permita que esto te suceda. El joven se fue porque consideraba a sus propiedades como más valiosas que la vida eterna. No era dueño de su materia, sino que su materia era su amo. Quiso la vida eterna, pero pensaba de corto plazo. Quiso tener a ambos y terminó sin ninguno. Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24). Dios no acepta amor a medias. “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mat. 7:13-14). Jesús te ama y te invita a confiar en Él, a renunciar a lo que tienes, a tomar su cruz y seguirlo.