JUVENTUD COMPROMETIDO

por Elmer N. Dunlap Rouse

Después que el rey Nabucodonosor había conquistado Judá y su capital, Jerusalén, y había traído una gran parte de su población a diferentes provincias de Babilonia, necesitaba preparar líderes judíos para servir en su gabinete de consejeros y ayudarlo a manejar dicha nueva población. Mandó buscar lo mejor de los mejores: muchachos de buen parecer que fueran príncipes, del linaje real, sin tacha, educados en sabiduría y ciencia y suficientemente despiertos para poder aprender el idioma y abecedario de los caldeos. Entre los jóvenes seleccionados estaba Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego.

Que bonito ver a nuestros jóvenes, los que se criaron en la iglesia, cuando son seleccionados por diferentes instituciones de educación y agencias del gobierno para recibir diplomas, becas, méritos, reconocimientos y ascensos para asumir posiciones de liderato en nuestra sociedad. Ver sus nombres en el periódico relacionado con premios es un honor para Cristo como también para su familia y hermanos en la fe. Ciertamente la educación es una escalera que lleva uno al nivel de vida, trabajo y destreza que uno desea.

El éxito de estos cuatro jóvenes fue acompañado de pruebas. El rey les había asignado una dieta especial para que al final de tres años se presentaran ante él, pero la dieta estaba en conflicto con la voluntad de Dios, el Rey de reyes. Los cuatro tenían su dilema; comer y beber lo que no debían, contaminándose, o resistir al mandato de rey y, posiblemente hasta perder la vida.

Daniel propuso en su corazón no contaminarse y pidió permiso para llevar una dieta vegetariana. Aunque las Escrituras no explican la dificultad de la comida, parece que tenía que ver con sangre o con la idolatría. Daniel no estaba buscando una confrontación, ni era altivo ni arrogante, como muchos jóvenes que suelen rebelarse contra la autoridad de sus padres, maestros y policías, sino que Daniel era dócil, humilde e inocente. Su acción no era un reto al rey, sino una petición.

Aspenaz, su jefe, apreciaba a Daniel por su forma de ser y estaba dispuesto a ayudarlo, pero había un problema. Si al final de los tres años Daniel y sus compañeros se enflaquecían, el rey condenaría a muerte a Aspenaz, el encargado. Daniel, sensitivo a la situación de Aspenaz, buscó la solución proponiéndole una prueba de diez días. Si su dieta no funcionaba, estaba dispuesto a comer la dieta real. Y funcionó. A los diez días de dieta vegetariana estaban más robustos que los demás y recibieron permiso para seguir con su dieta. Al final de los tres años estaban diez veces más sabios e inteligentes que cualquier otro mago o astrólogo en Babilonia.

Cuando Daniel propuso en su corazón no contaminarse, ya Dios estaba preparándole a Daniel un camino para resistir y vencer.

"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de los que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Cor. 10:13-14).

Joven cristiano, no tienes que correr con el mundo, haciendo todo lo que hacen los demás para ser aceptado y respetado. El mismo Dios que ayudó a Daniel a no contaminarse está disponible para ayudarte si en tu corazón propones honrarlo. La prueba de diez días era una expresión de la fe de Daniel. "Dios, si tú me pides que no me contamine, y yo hago todo lo que está a mi alcance, yo confió que tú me vas a ayudar". Joven, ¿has probado a Dios? Todavía es el mismo. Daniel y sus amigos salieron de la prueba luciendo.

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