LOS DOMINGOS

por Elmer N. Dunlap Rouse

"Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mi una gran voz" (Apoc. 1:10). Necesitamos oír la voz de Cristo y estar en el Espíritu particularmente los domingos. "El primer día de la semana, reunidos los discípulos" (Hechos 20:7). Por eso nos reunimos para recibir instrucción y conmemorar la muerte de Cristo. No guardamos el domingo, pero sí nos congregamos ese día, formando el reunido cuerpo de Cristo, acercándonos a Dios como pueblo y estimulándonos mutuamente al amor y las buenas obras (Hebreos 10:22-25).

Es de vital importancia la presencia acostumbrada de cada cristiano y que haya reverencia en el culto. Adorar al Todopoderoso y nuestro amante Creador es asombroso. Los presentes recibimos vida y poder; los ausentes cobran muerte y flaqueza. Mientras algunos glorificamos a Dios; otros le restan gloria y estas palabras son para ayudar a estos hermanos moribundos.

El domingo no pertenece al fin de semana. El sábado es un día perfecto para dormir hasta las 10:00 de la mañana, recrearse y hacer las cosas que no tenía tiempo para hacer durante la semana, pero no así el domingo. El domingo es para servir a Dios. No es para lavar ropa, ni hacer compra ni pasear con la familia. El lunes no es el primer día de la semana, sino segundo. El trabajo es segundo. Dios es primero y nos reunimos al comenzar la semana porque hay que buscar "primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mateo 6:33).

El que falta los domingos es un hermano flojo. Si por necesidad trabaja los domingos, debe de hacer todo lo que esté a su alcance por cambiar su turno o cambiar su empleo. Perder el culto del domingo con el sermón, Cena del Señor y contacto con los hermanos es un daño incalculable. No me diga que no. Poco a poco se debilita, se duerme y se muere. Un cristiano santo y apartado para el uso de Dios haría cualquier cosa para no perder el culto del domingo. Escoger trabajar los domingos es, por bonito que lo pinte, juzgar el dinero más importante que a Dios. El cristiano verdadero lucharía con toda su alma para estar reunido los domingos.

El culto dominical merece respeto. Los hermanos deben vestirse con la mejor ropa que tengan, y si no tienen ropa buena para ponerse, que la compren. Dios lo merece. El ministro debe preparar el mejor sermón que jamás ha predicado y presentarlo como un ángel de Dios. El que dirige los himnos debe preparar su participación con toda diligencia. El conserje debe limpiar el local hasta que brille, como si Jesús mismo fuera a estar presente. Que los que dirigen el culto estudien su parte, usen un lenguaje al tono con un culto y demuestren un espíritu lleno de amor, porque Dios es amor. Los presentes necesitan sentir el alto honor de entrar en la presencia de Dios, y que, al salir, se sientan elevados como si hubiesen entrado al cielo y tocado el trono de Dios.

Todo lo que distrae del culto es un atentado contra la gloria y honra de Dios. Los chiquitos inquietos deben estar en un nursery bien equipado y supervisado. Que los más grandecitos aprendan a sentarse en una silla o banco hasta que termine el culto. Que el castigo de los niños suceda fuera del local donde puedan llorar sin molestar a los adoradores. Que los que reparten los elementos lo hagan con seriedad y sin conversación. Que el culto empiece a tiempo. Pues el mal hábito de siempre llegar diez minutos tarde no agrada a Dios. Que los hermanos presentes no hagan compromisos de ninguna clase durante el tiempo del culto, para no salir antes que termine el acto. Es un tiempo sagrado. Que ningun líder censure a nadie ni abuse de nadie durante el culto, sino que deje las contiendas para otra ocasón. Que ningún lider cambie el culto a Dios en una reunión de negocios para planificar nada, ni organizar nada, ni tomar decisión alguna sino que deje estos pormenores para otra ocasión - por lo menos, después del culto.

Es que nosotros los cristianos somos santos y fuimos apartados para servir a Dios. Fuimos creados para su gloria y vamos al cielo para pasar la eternidad adorando a Dios.

 

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