LA IGLESIA HOSPITALARIA

por Elmer N. Dunlap Rouse

¿Es tu iglesia introvertida? Es la condición proteccionista y pecaminosa donde la iglesia se encierra en cuatro paredes y hace poco caso del mundo exterior (Luc. 10:31-32). La iglesia introvertida dirige todas sus actividades hacia su propia feligresía, ignorando a sus iglesias hermanas, a los perdidos y a la comunidad. Cada día se vuelve más exclusivista, menos numerosa, menos divertida y si no cambia, se muere con el tiempo. La rica doctrina de la hospitalidad salva a la iglesia de la muerte, la impulsa a cumplir con su misión evangelística y la llena de energía y alegría.

Hospitalidad es la "liberalidad que consiste en acoger y prestar asistencia a los necesitados; buen recibimiento que se hace a los visitantes" (VOX). La palabra "hospital" viene de esta idea, ya que un hospital es un albergue. El griego para hospitalidad es "filoxenia", amor de extraños. Es requisito para el oficio de anciano en la iglesia (1 Tim. 3:2) y obligación de todo cristiano. Pablo enseñó a los cristianos en Roma a ser celosos en compartir para las necesidades de los hermanos y practicar la hospitalidad (Rom. 12:13). Abraham y Lot hospedaron ángeles sin saberlo (Gén. 18:1-8;19:1-3 y Heb. 13:2). Los judíos del Antiguo Testamento, tenían que tratar al extranjero como a uno de la casa (Lev. 19:34). Muchos hemos sentido la angustia de estar fuera de nuestro sitio, mirado como enemigo, sin derechos ni refugio. ¡Que afortunado ser recogido, protegido y tratado como de la casa! La hospitalidad se basa en la regla de oro (Mat. 7:12), que los hombres están en la mutua obligación de ayudarse unos a otros. No sé si a ti te gusta compartir lo tuyo con otros, pero para Cristo, los que recogen forasteros son benditos y los que no los recogen son malditos (Mat. 25:35,41,43). Si el Señor nos manda a amar al enemigo (Mat. 6:44), ¿cuánto más al extraño? El cristiano por naturaleza da amor como lo da Dios… sin restricciones y sin condiciones. La iglesia hospitalaria crece porque ama al extraño mientras que la iglesia introvertida mengua porque limita su amor para los suyos solamente.

¿Te gustaría visitar a una iglesia donde no conoces a nadie y nadie te saluda? Ciertamente no volverías. Me cuentan que esto le pasó a dos amigos. Al ver que eran ignorados, ¡con risa se saludaron el uno al otro, invitándose a volver para el próximo culto! ¿Por qué amamos a los extraños? Porque nosotros, los cristianos, también somos extranjeros en este mundo. No tenemos hogar aquí (Jn. 17:16; Fil. 3:20). Allá moraremos por largos días (Sal. 23:5). Aquí no.

La iglesia hospitalaria celebra confraternidades o ágapes (Hech. 2:46; Judas 12). Estas comidas no son tanto para comer, sino más bien para compartir, conocernos, hospedar a nuestros visitantes y nutrir la idea de que somos familia. En vez de cada uno comer su propia comida, uno prueba la del otro y el otro la de uno (Hech. 4:32). No tenemos que esperar una confraternidad oficial para compartir con los hermanos. Después del culto, espontáneamente podemos invitar a varios hermanos a nuestra casa para tomar café. Y que no se nos escape invitar al hermano nuevo y al visitante. Al viajar visito iglesias y casi siempre los hermanos, sin conocerme, me invitan a sus hogares para comer.

La iglesia hospitalaria practica la benevolencia. En Derbe, Kansas se nos quemó la casa en pleno invierno. Yo tenía unos doce años y aunque éramos recién llegados en la congregación, los hermanos nos recibieron en sus hogares y donaron ropa. Cuidaron de nosotros como si nos hubieran conocido toda la vida. En otra ocasión pasaba por Tenesí, no tenía dónde quedarme y un ministro me buscó lugar en un orfanato. Al despertar por la mañana, desayuné con los huérfanos. Tu iglesia puede hospedar a huérfanos, alimentar a hambrientos, rehabilitar adictos a drogas, visitar presos, socorrer apacientes de cancer y abundar en toda buena obra (2 Cor. 9:8).

La iglesia hospitalaria no se limita a compartir lo material con extraños, sino que también comparte el evangelio. Preocupados por el bienestar espiritual de los demás, sus miembros asumen una actitud amistosa y dialogan de asuntos espirituales. Practicando la hospitalidad espiritual, invitan a extraños a acompañarlos a la iglesia y los allí presentes salen a recibir a las visitas con un apretón de manos, un beso o un "¡Dios te bendiga! ¡Qué bueno que nos haya visitado!".

Con la hospitalidad salvamos a la iglesia de ser introvertida y el corazón de la hospitalidad se compone de las preguntas, "¿Cuál es tu necesidad?" y "¿En qué te podemos ayudar?".

HOY
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?