Lección 2

LA ORACION

EL ORAR A LA VEZ

No se permite más de uno orar a la vez en voz alta. La regla bíblica es que en los actos de culto hable uno sólo para que todos se edifiquen. 1 Corintios 14:26 dice, "Hágase todo para edificación" y para que no haya confusión. También dice, "Hágase todo decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40).

El Espíritu Santo enseña que en los cultos uno sólo debería orar en voz alta y que los demás miembros deberían escuchar en silencio. Dice , "Si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? Pues no sabe lo que has dicho" (1 Corintios 14:16). Los que oyen una oración pronunciada por un hermano tienen que entenderla para poder decir el Amén. "Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado" (1 Corintios 14:17). La oración escuchada y entendida edifica. No así la que se pronuncia en medio de la confusión de voces que existe cuando dos o más oran en voz alta a la vez.

La enseñanza acabada de citar de 1 Corintios 14:16,17, tiene que ver con el orar en otros idiomas, pero definitivamente también aplica a todas las ocasiones cuando dos o más oran juntos. El factor de las lenguas no altera la doctrina fundamental según la cual todo debería hacerse para edificación (1 Corintios 14:26). Es más, aun cuando oraban en lenguas, uno sólo debería dirigir, los demás escuchando y, terminada la oración, diciendo el Amén.

Esta misma regla bíblica que rinde incorrecta la práctica de orar todos a la vez en voz alta, no importa que sea en el culto o dos reunidos en la habitación de un hospital. El texto que dice, "Dios no es Dios de confusión" (1 Corintios 14:33) tiene mucho que ver con la práctica de orar dos o más en voz alta a la vez. Cuando dos o más oran de esa manera, hay confusión. Si Dios no es Dios de confusión, quiere decir que no aprueba tal manera de orar.

El hecho de que los que oran así se sienten edificados, su práctica no es bíblica pues Dios no es el Autor de confusión. Algunos que rezan el rosario y se arrodillan ante imágenes se sienten edificados. Huelga decir que su práctica Dios no la aprueba simplemente porque los que la tienen se sientan edificados.

Puede ser que les guste orar en voz alta como una forma de desahogarse en la presencia de otros. Tal vez el ambiente de excitación y emocionalismo creado cuando muchos oran en voz alta a la vez les ayuda a vencer los complejos de la timidez, o hace posible que se expresen con más soltura. Los factores sicológicos pueden ser muchos pero esto no justifica una práctica que Dios prohibe.

Algunos creen que los miembros de la iglesia primitiva oraran todos en voz alta y citan Hechos 4:23-31. El versículo 24 dice, "alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay ..." La oración de aquellos cristianos, tal y como la tenemos en los versículos 24 al 29, consta de 142 palabras y contiene una cita de 33 palabras tomada del Antiguo Testamento. ¿Es posible que en una congregación compuesta de centenares, tal vez hasta de miles de personas, todos repitieran, en voz alta, y al mismo tiempo, 142 palabras? De haberlo logrado, habría acontecido un verdadero milagro. De cierto, la composición y la duración de la oración indican que uno la dirigió y que los demás, escuchándola y aprobándola, asintieron diciendo el Amén. Cuando un hermano dirige y los demás escuchan y asienten diciendo el Amén al final de la oración, todos alzan unánimes la voz a Dios. De esta manera, toda la iglesia ora la misma oración. Cuando dos o más oran en voz alta a la vez, no oran la misma oración, pues no expresan las mismas peticiones, alabanzas y acciones de gracias. No alzan unánimes la voz a Dios. No siguen el ejemplo de la iglesia primitiva.

Hechos 21:5 dice: "Y puestos de rodillas en la playa, oramos", pero estas palabras no implican que todos oraban en voz alta. El verbo plural "oramos" no implica, necesariamente, que todos oraran en voz alta. Todos oran cuando uno dirige y los demás, escuchando, asienten diciendo el Amén. Cuando se hace de esta manera, toda la iglesia ora.

Según Hechos 12:12, "muchos estaban reunidos orando", pero ¿cómo lo hacían? Pues, no por medio de orar todos a la vez en voz alta. De esto podemos estar seguros, ya que "Dios no es Dios de confusión". La verdad es que, en todo el Nuevo Testamento, no hay ejemplo de dos o más que oraran a la vez en voz alta sus propias oraciones.

Puede que alguno citara también a Lucas 19:36 que dice, "toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces". El texto no se trata de orar, ni tampoco de una reunión de la iglesia. No se trata de una gritería frenética, ni de mucha confusión y desorden. De encontrarnos en circunstancias semejantes a las que se describen en Lucas 19:28-40, podríamos comportarnos cómo lo hicieron los discípulos en aquella ocasión sin infringir los mandamientos de Dios. Dos o más no pueden orar juntos en voz alta sin violar sus instrucciones sobre cómo hacerlo todo sin confusión y alboroto.

Encontramos muchas veces a Cristo orando a solas. "Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo" (Mateo 14:23). Algunos, de acuerdo con lo que nos dejan ver, necesitan de la presencia de otros para poder orar bien. Cristo oraba aparte. "Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba" (Lucas 5:16; 9:18). En su práctica, Cristo seguía sus propias instrucciones, pues había dicho: "Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre" (Mateo 6:6). De hecho, la presencia de otros casi siempre distrae la oración.

Orar en voz callada, pero audible, su propia oración infringiría todas las reglas ya asentadas. Los que tienen la costumbre de susurrar sus propias oraciones mientras otro dirige en voz alta una oración, efectivamente, le faltan el respeto al que dirige. Dicen, en efecto: "A mi no me importa lo que diga e¡ que está dirigiendo la oración. Voy a orar mi propia oración". Además, los que tienen dicha costumbre distraen a los demás oradores. En su comportamiento hay, aunque no lo vean así, un elemento de egoísmo. Si oro en voz audible mientras otro dirige, los que estén en derredor mío no podrán concentrar sus pensamientos en lo que el que dirige esté orando.

 

EN NOMBRE DEL PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO

No es correcto orar en el nombre del Padre y del Espíritu Santo. El Padre no es el mediador sino Cristo. El Espíritu Santo, aunque intercede por los santos (Romanos 8:26,27), no murió en la cruz y, por lo tanto, no es el sumo sacerdote por medio del cual nos dirigiéramos al Padre. Cristo es nuestro único sumo sacerdote (Hebreos 4:11-16) y el único mediador (1 Timoteo 2:5). Las oraciones deben ser hechas sólo en el nombre de Jesús. Pues, no digamos cuando se haya terminado la oración: "En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén", sino simplemente: "En el nombre de Cristo. Amén".

 

TIRAR INDIRECTAS

Usar la oración para predicar un sermón, traer enseñanzas o tirar indirectas a otros miembros de la congregación es una práctica censurable. Usar de la oración para reprender o regañar a los miembros descarriados de la iglesia tampoco debiera hacerse.

 

LA POSICION CORRECTA

Bíblicamente, no se puede obligar a los adoradores a que asuman cierta posición física durante la oración. Se puede sugerir que se arrodillen, o que se pongan de pie o que se queden sentados, sin que haya obligación de hacerlo de tal manera. Acuérdese de que, aunque la posición física tal vez afecte, para algunos, la eficacia o el poder de la oración, lo más importante es la humildad y la sinceridad del corazón.

Se puede orar de pie ya que Cristo aprueba la práctica diciendo en Marcos 11:25, "Y cuando estéis de pie orando". La frase "de pie" no aparece en la Versión Valera, revisión de 1960. Sin embargo, en el texto original se encuentra la palabra "stakete" la cual traducida quiere decir "de pie".

Se puede orar sentado. Cuando se instituyó la cena, Cristo oró dos veces. Estaba sentado a la mesa con los doce. Juan estaba "recostado", según la costumbre de los orientales quienes se recostaban para comer, "cerca del pecho de Jesús" (Juan 13:25).

La práctica de pasar al frente y arrodillarse frente a la tarima o púlpito para orar en presencia de los demás hermanos no encuentra autorización en la Biblia. Efectivamente, Cristo la censura cuando condena a los fariseos porque oraban en las sinagogas para ser vistos de los hombres. Aunque el que lo haga lo haga sin hipocresía, sin embargo, no se puede evitar la impresión de estar haciéndolo para ser visto de los hombres.

Si la oración hecha frente a la tarima no tiene más poder y eficacia, ¿por qué orar frente a ella? No hay por qué. No es más sagrada que cualquier otra parte del lugar de reunión. Tal parece que algunos, influenciados por la creencia católica, piensan que la tarima y el púlpito sean más sagrados que un banco, o el vestíbulo o algún cuarto del edificio. Merece una reprensión fuerte el miembro de la iglesia que albergara semejante superstición. Dios no se manifiesta en alguna parte particular del lugar de reunión sino que se manifiesta en los miembros.

De la misma manera, algunos creen que es necesario arrodillarse con la cara hacia el púlpito para que Dios oiga la oración. El Nuevo Testamento nada dice al respeto. De más sería traer textos del Antiguo Testamento ya que la iglesia no se rige por el Antiguo. Es preciso tener presente el hecho de que Dios se manifestaba literalmente en el tiempo mosaico, en el templo judío. Por tal razón, los judíos no deberían orar a espaldas al templo. Dios no se manifiesta así en nuestros lugares de reunión. Pretender que hubiera un lugar santísimo y un lugar menos santo en nuestros templos sería errar en extremo.

 

ORACIONES LARGAS

El que dirige una oración no debería usar de mucha palabrería (Mateo 6:7, 8), o sea, hacer largas oraciones. Tampoco debiera repetir mucho la misma palabra, frase, petición o plegaria (Mateo 6:7). Ejemplos de este error son: ""Aleluya", "Dios mío", etc. No es preciso repetir mucho durante la oración el nombre, o los nombres, del Padre o Cristo. Por ejemplo, si uno ora diciendo "Señor mío, bendice, Señor, a tu iglesia, Señor, y ayúdala, Señor, a que, Señor crezca, Señor mío", ya ha caído en la rutina de vanas repeticiones las cuales, aunque sean palabras correctas, o aun los nombres de la Deidad, distraen al adorador, pues éste a lo mejor comenzará a fijarse más en las muchas repeticiones que en la oración misma.

Hacer largas oraciones para impresionar a los hermanos es cometer el pecado de buscar la vanagloria de los hombres. Cristo condenó en los fariseos por orar para ser oído de los hombres (Mateo 6:5).

El que dirige debiera usar un tono de voz que sea natural. Algunos, al orar, usan un tono como de lloro, o de llanto, o de mando, o de crítica, o de queja. Estos tonos de voz se deberían evitar juntamente con el tono monótono, es decir, sin sentimiento o expresión. Tampoco debería orar en voz muy callada, casi inaudible. Los que tratan de captar lo que dice no entenderán y, por consiguiente, no serán edificados (1 Corintios 14:16-18), ni podrán decir el Amén. El que dirige tampoco debiera orar a gritos como si Dios fuera sordo.

No se debe orar por las visitas. Mencionar, en la oración, los nombres de los inconversos que estuvieran presentes, particularmente a los que vengan por primera vez al culto, pudiera perjudicarles. Aunque haya mucha confianza entre el que ora y el inconverso nombrado, es posible que éste se sienta algo avergonzado al oír su nombre pronunciado en la reunión pública de la iglesia. Pero, si el inconverso es conocido por todos, o casi todos, y ha estado asistiendo con regularidad, tal vez nombrarle en la oración le anime a obedecer.

Conviene comenzar todos los cultos y reuniones públicas de la iglesia con una oración pidiendo que las bendiciones de Dios se derramen sobre la congregación y que todo se haga conforme a su voluntad. Instruir a los miembros a que no entren, si llegan tarde para el culto, durante una oración es deber de los líderes. El miembro que entrara y buscara un asiento durante la oración distraería a los demás adoradores.

La congregación puede hacer oraciones especiales por miembros enfermos, por campañas evangelísticas, por personas necesitadas, etc.

 

CULTOS DE ORACION

No hay ejemplo en la Biblia de celebrar cultos dedicados exclusivamente a la oración. En Hechos 12:12 dice que los miembros estaban orando en la casa de María madre de Juan, pero no se implica que estuvieran celebrando un culto dedicado única y exclusivamente a la oración. "Culto de oración" es una frase nuestra.

Si los encargados de una congregación aprueban la práctica, se puede implantar siempre y cuando la iglesia observe todas las reglas aplicables a las oraciones hechas en una reunión de los miembros. Entre ellas, que las hermanas no podrán dirigir oraciones y un solo hermano orará en voz alta a la vez.

Al celebrar cultos de oración, pudieran presentarse situaciones que perjudicaran a la congregación. Por ejemplo, habría la tendencia en tales cultos de repetir mucho las mismas peticiones. A Dios no le agrada las vanas repeticiones (Mateo 6:5-8). Ni a la mayoría de los hombres le agrada oírlas. ¿Se puede evitar este problema? Tal vez en parte por medio de asignarle a cada hermano una petición específica. Por ejemplo, uno oraría especialmente por los enfermos, otro por los necesitados, otro por la obra evangelística, etc.

En un culto de oración, pueden hacerse otras cosas. La manera de llevar a cabo el culto es, de todos modos, determinada por los encargados de la congregación. Además de orar, se pueden traer lecturas bíblicas mensajes y estudios sobre la oración, etc.

Sólo el hermano que pertenezca al liderato de la iglesia o el que tenga la aprobación de¡ liderato debería dirigir el culto de oración. Como siempre, los líderes de la congregación deberían estar al tanto de todo lo que se hace en toda reunión de la iglesia.

 

LAS HERMANAS

Si las hermanas de la iglesia dirigen oraciones cuando toda la congregación está reunida para rendirle culto a Dios, estarían ejerciendo dominio sobre los varones presentes, cosa que no deberían hacer según 1 Timoteo 2:12.

Los encargados de la congregación no pueden autorizar la oración de las hermanas. No tienen derecho alguno de autorizar lo que el Espíritu Santo prohibe. ¿Puede el esposo decir a la esposa: "Mi amor, desde hoy en adelante tú puedes ser la cabeza del hogar y yo me someteré a ti"? Pues, tampoco pueden los líderes de la iglesia decirle a las hermanas: "Les damos permiso a ustedes a que ejerzan dominio sobre los hombres. Pueden dirigirnos en oraciones orando ustedes en voz alta en los cultos".

No importa que se quedan en sus asientos, no pueden desde ahí tampoco dirigir, no importa que sea con la debida humildad y sumisión, las oraciones. Si dirigen, como quiera que lo hagan, o paradas al frente o sentadas, ejercen autoridad. Si dirigen, aunque lo hagan con humildad, ejercen autoridad. Si ejercen autoridad, ¿cómo es posible hablar de sumisión?

1 Corintios 11:5 dice "toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza". Sin embargo, este versículo no dice que las hermanas de la iglesia en Corinto dirigían oraciones en los cultos. No lo prueba por la razón siguiente: La mujer puede orar (y profetizar) sin tener que hacerlo en voz alta en la congregación. Por lo tanto, no hay que interpretar 1 Corintios 11:5 de manera tal que contradiga 1 Timoteo 2:12. Si la mujer pudiera dirigir oraciones en el culto habría, de hecho, una contradicción patente entre los dos pasajes, pues la mujer no puede dirigir sin ejercer autoridad. Pues, estando en la congregación, cuando todos oran, dirigidos por un hermano cualificado, oran también las hermanas, no, de cierto, en voz alta, sino por medio de asentir a la oración pronunciada por el hermano diciendo, una vez terminada la oración, el Amén. (Dicho sea de paso que de igual manera oran también los demás varones de la congregación, pues tampoco oran en voz alta mientras otro dirige.) Tenga o no tenga 1 Corintios 11:5 que ver con el culto, la realidad es que las hermanas oran en los cultos de la iglesia. Lo hacen sin orar en voz alta. Lo hacen sin tener que dirigir ellas mismas las oraciones.

Algunos dicen que por el contexto de 1 Corintios 11:5 se trata de mujeres de Corinto profetizaban en los cultos, refiriéndose al hecho de que se dan, comenzando en 1 Corintios 11 :17, instrucciones sobre la celebración de la cena y el uso de los dones en las reuniones de la iglesia. Sin embargo, a nuestro parecer, tal evidencia no es conclusiva. En 1 Corintios 10:23-33, el texto que precede 1 Corintios 11:1-16, se habla de carnes compradas en las carnicerías y de cómo comportarse en los hogares de los incrédulos, temas que nada tienen que ver con los cultos. No es posible probar que se trata de culto en 1 Corintios 11:5.

Las mujeres de la iglesia en Corinto podían profetizar sin tener que hacerlo en el culto. ¿Cómo? Pues, en los hogares, o como Ana lo hizo (Lucas 2:36-38). Esta no oficiaba como sacerdotisa en el templo propio, ni ejercía autoridad en las sinagogas. "Hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén". De igual manera pueden las hermanas de la iglesia hablarle a todos de Cristo. Hablar y dirigir son dos verbos muy distintos. Puede una hermana hablarle a un hombre, o en presencia de un hombre, sin ejercer autoridad sobre él. Empero, no puede dirigirle, sea en oraciones o en cualquier otro acto de culto, sin ejercer autoridad sobre él, ya que el acto de "dirigir", como en el contexto del culto, conlleva, inherentemente, la idea de controlar, dominar o ejercer autoridad.

Si las hermanas de Corinto podían orar y profetizar sin tener que hacerlo en voz alta en la congregación, cabe preguntar con qué razón interpretaríamos 1 Corintios 11:5 de manera tal que contradijera 1 Timoteo 2:12. No hay por qué interpretarlo así. De no ser posible que las hermanas oraran y profetizaran sino en el culto de la iglesia, entonces tendríamos que decir: "0 hay una contradicción entre 1 Corintios 11:5 y 1 Timoteo 2:12 o la mujer cristiana puede dirigir oraciones y enseñar en la congregación sin ejercer dominio sobre los hombres". Pero, hay una explicación aceptable, la misma que hemos dado, que no envuelve contradicciones ni lógica falsa, y a esa deberíamos acogernos.

Si ora una hermana en voz alta en medio de la asamblea, pero no lo hace con el propósito de que los demás escuchen su oración, la sigan y la acepten diciendo el Amén, entonces cabría preguntar con que razón oraría en voz alta. Si ora en voz alta debería ser para dirigir. Si no va a dirigir, no debiera orar en voz alta. Si dirige, ejerce autoridad. Si ora en voz alta sin la intención de dirigir, entonces su acto serviría de interrumpir el buen orden del culto y distraer a los demás adoradores. Se convierte en un acto de egoísmo, pese a que ella y algunos otros no lo vieran así.

Es imposible probar que de culto se trata en 1 Corintios 11:5. El texto, menos explícito que los otros referente a la participación de la mujer en el culto, debería interpretarse a la luz más clara de estos, no viceversa.,

Si la mujer no puede dirigir una oración sin ejercer dominio sobre los hombres presentes, entonces tampoco puede dirigir una oración en la clase bíblica? No lo puede hacer. Puede participar en el diálogo. Si esto lo puede hacer sin ejercer autoridad sobre el hombre, ¿por qué no puede dirigir una oración sin ejercer autoridad sobre él? Ya lo hemos dicho: Por la sencilla razón de que existe una diferencia elemental entre participar en un diálogo y dirigir. Como la mujer no puede dirigir una clase bíblica a la cual asisten hombres así tampoco puede dirigir oraciones en dichas clases.

De la misma manera, el hombre el cabeza del hogar y la mujer no debería dirigir oraciones en el hogar en su presencia. Como cabeza a él le corresponden ciertos deberes que a su esposa no le atañen, inclusive el de dirigir las oraciones en su hogar. Puede que la mujer le enseñe a su marido cómo orar, pero no es necesario dirigirle en una oración para que aprenda. Enseñar a orar y dirigir una oración son dos actos distintos. Si hay siquiera un hombre capaz de dirigir las oraciones, ¿con qué lógica se corre el riesgo de la desaprobación divina poniéndole a una mujer a orar? La lógica sana no justifica tal proceder.

¿Por qué el empeño de algunos de poner a la mujer a orar en voz alta en los cultos? ¿Qué es más importante? ¿Dirigir una oración? 0, ¿seguir la que otro dirige? La oración es la misma tanto para el que la oye como para el que la dirige. Si el que la escucha la hace suya diciendo el Amén, para el tal es tan eficaz la oración como para el que la haya dirigido.

La mujer puede decir el Amén en voz alta y al decirlo, no estaría enseñando en el culto ni estaría ejerciendo autoridad sobre los hombres presentes. La palabra "Amén" no es dirigida a los hombres sino a Dios. No se dice con miras a dirigir a otro en sus pensamientos y acciones. Además, cuando todos dicen a una voz al Amén el acto es colectivo; nadie dirige a nadie.

A veces se escucha alguien decir, "si la mujer no puede orar en voz alta en la asamblea, ¿cómo es que se le permite cantar? De hecho, muchos de los cánticos espirituales son oraciones y, por lo tanto, cuando la mujer los canta está, en efecto, orando. Al cantar los cánticos espirituales que son oraciones, estaría orando, pero, ¡no estaría dirigiendo la oración! He aquí una diferencia marcada entre dirigir la mujer en voz alta una oración y orar ella mediante las palabras de algún himno.

Pero, al cantar la mujer se oye su voz y mediante los himnos no sólo ora sino también enseña y exhorta. Muy bien, lo hace. Sin embargo, no dirige ni ejerce dominio sobre los hombres, pues cuando toda la iglesia canta el acto es colectivo. Nadie dirige a nadie, sino el que dirija a la congregación en los cánticos. Participan en las enseñanzas y exhortaciones transmitidas por medio de los cánticos espirituales todos cuantos canten tanto los niños como las mujeres y los hombres, tanto los neófitos como los maduros en la fe. Ahora bien, se supone que el niño no enseñe al adulto y que el neófito no instruya ni exhorte al maduro en la fe. Por eso, ¿le diremos al niño y al neófito que no canten? Desde luego que no lo haremos. Todos pueden cantar. Cuando lo hacen, no se considera que un individuo (por ejemplo, un niño) o un grupo (por ejemplo, las mujeres) esté ejerciendo autoridad sobre los demás.