REVERENCIA

por D.S. de Alamo

La reverencia es necesario en los cultos de la iglesia. Hay que hacer todo "decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40). En muchas iglesias la gente se levantan para salir y entrar según su antojo simplemente porque los líderes nunca han instruido a la congregación sobre estos puntos. Hay que indicarle a los miembros cómo debe de comportarse cuando estamos en la presencia de Dios. No es correcto que unos jóvenes estén afuera del edificio hablando durante el culto. Es faltarle respeto a Dios como también a los adoradores. No importa que sean adultos, ni hasta los encargados de la iglesia, no se ve bien que hablen, ni en voz baja durante el culto. Los adultos deberían darle el ejemplo a los jóvenes enseñándoles por medio de su ejemplo lo que significa adorar con reverencia.

Puede que los líderes de la iglesia se consultan durante el culto, pero sólo en casos de necesidad imprescindible. Casi siempre, se debe a la negligencia de éstos por no ponerse de acuerdo sobre todos los particulares antes de que comience el culto.

Convendría a los líderes nombrar a ujieres si la congregación ya cuenta con muchos miembros. Los deberes de los ujieres sería de dar la bienvenida a los que llegaran, buscarle asientos si fuere necesario y vigilar asegurando que no pasara nada que interrumpiera el culto.

Los niños debieran sentarse con sus padres. ¿Por qué? Para que éstos los disciplinen si hace falta. Sólo los que ya saben comportarse bien pueden sentarse juntos. Si los padres de un niño que se comporta mal en el culto tienen que disciplinario y la corrección indicada es una reprimenda verbal, pueden hablarle bajito sin la necesidad de llevarlo afuera. Si se requiere una corrección más severa, mejor sería llevarlo afuera para no formar un escándalo en el culto.

Con tacto el predicador puede reprender desde el púlpito a un niño o joven que estuviera estorbando, aunque debiera tomar en consideración la delicadeza de la situación que existe si los padres están presentes. Si la familia no pertenece a la iglesia la situación sería todavía más delicada. En tal caso pudiera ser mejor soportar que disciplinar.

El ambiente de reverencia hace falta, no importa el tamaño de la iglesia y vale la pena ser estricto en este particular. El número de miembros nada tiene que ver. Aunque todos los miembros de una iglesia pequeña pertenecieran a la misma familia, debieran, al reunirse como iglesia, observar las mismas reglas de reverencia que se siguen en una congregación grande. La informalidad de la familia no debiera ser permitida en el culto. Si los miembros de una familia se reúnen en su propia casa y lo hacen "como iglesia", estaban en el deber de guardar todas las reglas que aseguran en ambiente de reverencia para así adorar "en espíritu y en verdad".

Sólo en casos de necesidad se debería permitir que los niños y jóvenes se levanten durante el culto para ir a los servicios sanitarios. ¿Cómo se puede evitar que lo hagan? 1 instruyendo a toda la congregación sobre el uso de los servicios sanitarios diciéndole que, si es preciso usarlos se haga antes del culto, o después, y que particularmente deberían todos disciplinarse durante el acto de conmemorar la muerte del Señor. Para evitar que sus hijos tengan que usar los servicios sanitarios durante el culto, los padres deben de instruirlos para que hagan sus necesidades antes de ir a la reunión. Lo mismo aplica también en el caso de levantarse para ir a tomar agua, etc. En fin, se debería evitar cualquier movimiento innecesario que distrayera a los adoradores.

A veces la madre cuyo hijito se echa a llorar en el culto piensa que es su deber quedarse en casa para que su pequeño no estorbe la iglesia. ¡Jamás! Debería asistir con sus hijos para que éstos vayan aprendiendo desde muy temprana edad a apreciar la vida buena en Cristo. Se ha probado que en las mentes y las almas de los niños, aun en las de los que tienen menos de un año de edad, se graban impresiones positivas y negativas que pueden afectar mucho su desarrollo síquico y espiritual. Los padres cristianos comprenderán esta verdad y no serán negligentes en cuanto a llevar consigo sus hijos a las reuniones de la iglesia. Si lloran, los miembros no deberían sentirse molestos, sino alegrarse de que haya en la congregación padres con sus hijos pequeños. Desde luego, si el niño llora y llora, hasta a gritos, los padres harían bien llevándolo fuera del local hasta que deje de llorar.