PROLOGO

por D.S. de Alamo

El título de esta obra se compone de unas palabras inspiradas encontradas en 2 Corintios. 3:6. Los líderes de las Iglesias de Cristo somos llamados a ser "ministros... de un Nuevo Pacto", el Nuevo Testamento sellado (Mateo 26:28) y santificado con la sangre del Señor (Hebreos 9:1-17). Del Nuevo, hermanos, no del Antiguo Testamento. En el mundo hay infinidad de ministros religiosos. Algunos son ministros del Antiguo Testamento, no del Nuevo. Muchos enseñan tanto las leyes del Antiguo Testamento como las del Nuevo. También hay muchos que son ministros de credos de concilios, de catecismos y de interpretaciones privadas de las Escrituras. Entre todos ellos, sin ligarnos a ellos, ocuparnos un lugar muy especial pues somos ministros de un Nuevo Pacto La encomienda nuestra es la de dar a conocer el Nuevo Testamento de Cristo a toda criatura. El deber nuestro hacia la Iglesia es enseñarle las leyes y las normas del Nuevo Testamento. Seamos fieles, responsables y consecuentes en el cumplimiento de nuestro deber.

Seamos "competentes" - no descuidados o indiferentes. Competentes quiere decir "aptos" o "idóneos". Donde dirigen hermanos con la aptitud de ser ministros del Nuevo Testamento las congregaciones marchan bien, gozan de paz, llevan mucho fruto y se libran de muchas dificultades. En cambio, donde dirigen hermanos incompetentes, hay desorganización, desavenencias y confusión, y escasean las buenas obras.

Los hermanos competentes dominan a perfección la sana doctrina. Sabios y entendidos saben distinguir entre las tradiciones culturales e históricas, las opiniones humanas y las doctrinas esenciales para la salvación y el culto aceptable. Son "solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:3). Reconocen que los problemas más serios que afectan a la iglesia los causan los Iíderes incompetentes que tratan de imponer sus ideas personales, legalismos e interpretaciones privadas.

Ya que el Espíritu Santo nos ha dado, precisamente en el Nuevo Testamento, leyes y reglas para la organización, el culto y la obra de la iglesia, es de suponerse que todas las congregaciones en el mundo entero tengan la misma fe y práctica. Puede que haya pequeñas variaciones en cuanto a la manera de poner en práctica las enseñanzas, por ejemplo, en la secuencia de los actos de adoración en el culto. Con todo, el ministro competente jamás cambiará en nada la doctrina fundamental, y luchará para que haya, tanto en práctica como en doctrina, el grado más alto posible de unidad entre todas las congregaciones. Si se pudiera lograr en todas las congregaciones en todos los países una práctica bastante uniforme, entonces sería fácil reconocer de inmediato una iglesia legítima dondequiera que se encontrara. Mas, si hay, mucha disparidad en la práctica, la confusión resultante sería perjudicial tanto para la Iglesia como para los inconversos que quisieran conocer a la Iglesia verdadera.

Humildemente presentamos a los hermanos predicadores, ancianos, diáconos y demás líderes de las Iglesias de Cristo estos estudios y consejos con el propósito único de lograr más unidad, más uniformidad de práctica, en nuestra hermandad, suplicándoles que se fijen más en el contenido básico que en los defectos de texto y de imprenta que pudieran encontrarse.