PERDONO PERO NO OLVIDO

por Elmer N. Dunlap Rouse

 

No sólo vivo, sino convivo. Por necesidad, mi experiencia humana envuelve ofensas con unos, lo que la Biblia llama «deudas». Las circunstancias diversas de la vida me acercan a una variedad de individuos: amorosos, amistosos, simpáticos, corteses, indiferentes, reacios, humillantes, altivos y explotadores. Yo tampoco soy siempre bueno. Mi hermano necesitaba de un favor y se lo negué. Me encontré con uno que es mi deber ayudar, y no hice nada. Endurecí mi corazón y pasé de largo. Al que sufría abuso, me hice el sordo. Los herí en su dignidad, dejando su conciencia lesionada. Les hice como no quisiera que mi hicieran. Debido a mi desamor, mi hermandad con estas personas quedó rota.

Cuando encuentro al que debo, hago como que no pasó nada. Si lo menciona, me pongo indignado e intento taparme señalándole alguna falta. Si insiste, le saco el cuerpo. Pero por más que trato de ignorarlo, mi esfuerzo es en vano. La deuda permanece intacta y exige rescate no importa el paso de los años. La factura vuelve y se me presenta como si fuera ayer. La lectura bíblica también me inquieta. Aunque creo que nunca haya ofendido a nadie, Santiago me dice: «Porque todos ofendemos muchas veces» (Sant. 3:2). Juan también censura mi ignorancia selectiva (1 Jn. 1:10).

Es mi deber cristiano perdonar y buscar ser perdonado, ya que Cristo me añadió a una familia que se edifica en amor. Me dio un perdón completo por mis ofensas a Dios, e inclusive anotó el deber de Dios de olvidar mis ofensas (Heb. 8:12). En cambio, para cumplir con los términos de mi salvación, estoy obligado a perdonar y buscar ser perdonado. Rehusar perdonar, perdonar a medias, o perdonar a algunos, invalida mi salvación y me lanzará al infierno (Mat. 6:12; Luc. 11:4; Col. 3:13; Sal. 51:3; 25:18; Luc. 6:37).

No me es fácil perdonar. Me gusta sentirme la víctima y maquinar planes para castigar a mis deudores. Como no tengo los medios para eso, o tal vez la valentía, siempre me place recordar y revivir la experiencia, viendo de nuevo el video mental de la deuda para llenarme de coraje nuevamente. Todos los que me ofenden y me desprecian, los tengo esclavizados en mi mente. No puedo verlos sin recordar lo que me hicieron y los odio nuevamente. Retengo estas memorias feas por miedo a que me vuelvan a lastimar.

Pero honestamente, sólo me castigo a mí mismo. Por no borrar el video, en vez de sufrir una vez, sufro repetidas veces. La oscuridad, el miedo, y mi desconfianza en Dios van apoderándose más de mi persona. Mi actitud hostil me aleja de mis amistades. Proyecto miedo donde no lo hay. Interpreto como desprecios sucesos que no lo son. Busco otro sentido a las palabras que lo obvio. Mi mente prejuiciada busca faltas y ya no puede percibir el amor, la belleza y las cosas bonitas de la vida que me rodean. Siempre me siento deprimido, ya que juzgo el futuro como imposible de superar el pasado.

Gracias a Dios que me libró de mi pasado y me capacita para librar a otros de su pasado para llenar mi corazón del amor, la paz y la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Amigo, tú puedes entregarte a Cristo para aprender una nueva vida, la de amar a tu prójimo. Es mucho mejor. Repite conmigo:Hoy no voy a juzgar a nadie. Lo pasado no puede hacerme daño. Saco de mi mente todo pensamiento negativo y sólo busco lo bueno en los demás. Busco la paz con todos.

 
HOY NO VAMOS
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?