DEBERES DE PADRE

por Elmer N. Dunlap Rouse

El primer deber de padre es cumplir con Dios. Es el primer mandamiento (Mat. 22:37). Dios es nuestro Padre Celestial y el padre que no reconoce su verdadero parentesco no puede cumplir con enseñar a sus hijos cómo vivir. Aceptar a Cristo es parte de cumplir con Dios y cumplir con los hijos. Cumplir como padre es decirle a Cristo, "Gracias por morir por mí en la cruz". Negar ser cristiano es un patrón equivocado, aunque sea un padre ideal en todo lo otro. Es deber de padre saber orar. Orar en la iglesia y orar por los alimentos en su casa. Orar por su familia. Estudiar la Biblia para aprender ser el líder espiritual de su casa. Vivir con reverencia y obedecer a la autoridad divina, valorizando más lo espiritual que lo material.

El segundo deber de padre es cumplir con su esposa. Deja padre y madre para unirse a su esposa por toda la vida. Ya no son dos personas distintas sino una sola unidad (Mat. 19:5-6). Las discusiones fuertes entre los padres, como también los divorcios, afectan de manera profunda a los hijos, dejándolos inseguros de si mismos y del matrimonio como institución. Al llegar de trabajar, su primer saludo debe ser para su esposa y luego para sus hijos y otros familiares. No es un buen padre quien no es un buen esposo. Una de las cosas más importantes que puede hacer por los hijos es amar a la madre de éstos. De esta manera los prepara para una vida exitosa basada en el valor de una familia.

Aclaradas estas dos obligaciones primordiales, vamos a considerar solo tres factores más de un padre cumplidor. El primero tiene que ver con el carácter del padre y después con dos factores que hay que balancear: el trabajo y el tiempo con sus hijos.

El padre cumplidor es una persona seria. Tiene palabra y lo que dice se cumple. No hay trecho entre sus palabras y sus hechos. Los hijos pueden confiar en sus promesas y en sus advertencias. Simboliza la autoridad. Disciplina a sus hijos y es una persona disciplinada. Demuestra balance y moderación con su risa y con su ira (Ef. 6:4). Es justo. Está dispuesto tanto a dar aprobación y libertades a los hijos como dar castigos y restricciones según amerita la situación. No hay contradicciones en su manera de vivir. No es perfecto, pero se disculpa

El padre cumplidor trabaja. Por rendir algún servicio honesto provee para las necesidades de su familia (1 Tim. 5:8). A menos que esté incapacitado, no se queda arriba en su casa, sino se ocupa de algún negocio y trabaja con sus manos de manera honorable (1 Tes. 4:11-12). Provee techo, ropa, alimento y algo para la diversión sana de su familia. Respeta el trabajo y habla bien del principio de trabajar para ganar lo que necesita.

El padre cumplidor pasa tiempo con sus hijos. Está disponible en los momentos importantes y en los momentos que no tienen importancia. Se sienta para mirar televisor con ellos, conversar con ellos, aprovechándo estos momentos para formar carácter, enseñar principios y ética. Está presente para ayudarlos a analizar ideas nuevas, y resolver luchas y conflictos.

Muchos padres a los cuarenta años descubren que no conocen ni a sus hijos ni a su esposa. Y cuando hacen un esfuerzo por recuperar el tiempo perdido, encuentran que ellos ya no tienen interés y que han aprendido a vivir y a resolverse sin él. Pierden la intimidad y la satisfacción de aportar para su familia, algo más que el dinero.

Si el padre se excusa de que no tiene suficiente tiempo, debe sentarse para analizar su vida. Debe preguntarse si el dinero es más importante que sus hijos o la promoción a ser vicepresidente. Si su trabajo requiere tantos viajes que no le permite conocer a sus hijos, tal vez debe cambiar de empleo. En el Día de Juicio, Dios no le va a preguntar tanto por su éxito en el trabajo, como por el éxito con sus hijos. Escogemos nuestros empleos pero no podemos escoger cumplir o no con nuestras responsabilidades divinamente asignadas. Pasar tiempo con los hijos no es una opción sino una deuda. Estar desacreditado delante de los hijos es más serio que fallar con la hipoteca de la casa. La última se borra después de unos años, mientras que la primera se queda grabada por toda la vida. A los veinte años, los hijos se van.

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