¡TIENES QUE SENTENCIARLO!

por Elmer N. Dunlap Rouse

Poncio Pilato llevó su esposa a Jerusalén para que viera la celebración de la Pascua, y, por supuesto, demostrar su gran respeto para los costumbres de la gente que gobernaba. Temprano en la mañana sus ayudantes le despertaron para que atendiera el pedido de unos judíos. Al salir, se encontró con los principales líderes del pueblo. Para su sorpresa, éstos se empeñaron en que él sentenciara a muerte a uno de la raza de ellos.

Siendo un político terminado, Pilato dijo dentro de sí, "Esto huele a ratón". Preguntó por su delito. "Malhechor". Pilato replicó, "En cuestiones de su ley, yo no me meto. Júzguenlo ustedes mismos". Cuando Pilato se viraba para retirarse, la delegación le informó que no podía, ya que no se les permitía sentenciar a nadie a la muerte. Añadieron que se trataba de un enemigo peligroso, un rey que dirigía un grupo en sedición contra Roma. Al seguir el encuentro indeseable aunque chistoso, Pilato sintió alivio cuando supo que el "rey" era galileo. Sabiendo que Herodes, tetrarca de Galilea, también había venido a la fiesta, los mandó allá. "Llévense su rey a Herodes". Con eso, se fue a desayunar, riéndose por ser tan inteligente.

Al poco tiempo los ayudantes le informaron que aquella gente había regresado, todavía rastreando su "rey", ahora vestido con el manto real de Herodes. "Como Herodes no encontró causa, tampoco yo. Voy a castigarlo y soltarlo". Pero los judíos formaron un alboroto. Pilato empezó a sentir que la escena era más de lo que parecía. Mandó buscar al peor preso, Barrabás. "¿Quién quieren que os suelte?" Con la boca abierta, escuchó los gritos por Barrabás. Se preguntó: "¿Quién será éste?" al mismo momento en que su esposa le mandó decir, "No tengas nada que ver con este justo, por quien he padecido en sueños". De nuevo Pilato intentó razonar con los irrazonables, los furiosos y cada vez menos controlables. Con "Si lo sueltas, no eres amigo de Cesar", Pilato quedó preso, admitió su derrota, se lavó las manos y aceptó ser cómplice de su muerte.

Pilato representa a los infelices que quieren complacer al mundo y a Dios al mismo tiempo, infelices porque no pueden estar en paz con ambos. Amigo lector, escoge tu lado. Puedes dejar ahora de leer este artículo, pero tu dilema no té dejara tranquilo - tienes que escoger: ¿Dios o el diablo? Cristo dijo, "El que no es conmigo, contra mi es; y el que conmigo no recoge, desparrama" (Mat. 12:30). No, mi querido Poncio, no puedes quedar sin escoger. Negar recoger con Cristo es estar en su contra. "Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos " (Mat. 10:33). ¡Qué problema! ¡Jesús ahora espera otra sentencia - la tuya! Confesarlo o crucificarlo. No hay otra alternativa. No puedes relegar la decisión a otro. No puedes ser neutral. Poncio no pudo. Tú tampoco.

Te invito a confesarlo sin vacilar. Te invito a abandonar a los tibios y unirte a los decididos, los inmutables, los fieles y ser testigo de tu fe en todo momento; no importa quién sea. Te invito a imitar a nuestro Señor, que confesó la verdad sin rodeo ni cabideo, "Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Jn. 18:37). Mi apreciado y querido amigo lector, si puedes oír la voz de Cristo, no vayas a despreciarlo ni a dilatar en decidir, sino senténcialo a ser tu Rey.