la puerta al cielo

Reservado el Derecho de Admisión

por Elmer N. Dunlap Rouse, 2017

¿Tendrá usted el derecho de entrar al cielo? Según la Biblia, no todos entran. En una parábola que figura el cielo, unas personas solicitaron entrar, pero la persona que figura a Cristo respondió, “No os conozco” (Mat. 25:12). La palabra conocer en este texto se refiere al conocimiento profundo e íntimo de un amigo. ¿Es usted amigo de Cristo? ¿Le conoce el Señor? ¿Le considera a usted como su amigo intimo?

El derecho de admisión al cielo está reservado. Este tratado busca ayudarle evitar sorpresas y decepciones en aquel momento cuando ya no hay remedio. También la Biblia le podrá ayudar en conocer mejor a Dios, su forma de ser, su mente, propósitos y su gran amor. ¿Quiere ser amigo de Dios?

Dios conoce los suyos. ¿ Le reconoce Dios como suyo? Nadie engaña a Dios. Está en todo lugar y sabe todo. ¿Aprueba Dios de lo que usted hace? ¿Hace lo que él le mandó? Dios quiere ser su amigo. No se conforma con sólo resolver apuros. Tampoco quiere amistad con personas que le abandonan o le traicionan. David expresó su amistad con Dios en el Salmo 23 y termina con las palabras, “En la casa de Jehová moraré por largos días”. ¿Se atrevería usted entrar en la casa de una persona que no conoce, sentarse en su mesa y comer su comida? Es verdad que Dios le ama, pero su amor no le garantiza admisión en el cielo. Dios conoce los suyos. Los que no reconoce van para el lago de fuego (Apoc. 20:11-15) y esto no es lo que Dios desea.

La pobreza espiritual. Sólo los pobres en espíritu van al cielo (Mat. 5:3). ¿Considera usted como pobre ante Dios o una persona sana y buena? Aunque usted se cree bueno, la Biblia indica lo contrario (Rom. 3:10). Para Dios, usted es un pecador como cualquier otro (lea el texto). Para Dios, usted es sencillamente otro deudor con una cuenta insolvente. Su fracaso moral exige su separación eterna de Dios y castigo. Además su problema no se resuelven con buenas obras porque las buenas no recompensan las malas. Es más, no hay nada que usted pueda hacer para merecer admisión al cielo. Usted no califica. No hay nada que negociar, nada que apelar. La verdad es que, para Dios, usted, como cualquier otro, es un pobre diablo.

El evangelio. Debido a su fracaso (mentiras, chismes, fraudes, falta de amor a Dios y al prójimo), usted no tiene derecho de subir al cielo. Como no le es posible, Dios tomó la iniciativa para abrirle un camino por medio de Jesús. Al morir en la cruz, Jesús pagó por sus pecados y saldó su deuda completa. Este es el evangelio que causa alegría. Por medio de la fe en su sangre, Dios le liberta de sus pecados tanto pasados como futuros. Dios cuenta su fe como justicia. Sin obras de mérito, sin obediencia perfecta, por la sangre de Jesús tiene el derecho de admisión en el cielo.

La fe en Cristo. Creer en Jesús es más que pensar que exista o que sea divino. Los demonios creen eso y tiemblan (Sant. 2:19). La fe que le admite al cielo, no es una fe muerta, sino obediente. Observe la fe de unos leprosos en Lucas 17:12-19. Pidieron ser limpios, pero Cristo no los sanó al momento, sino que los mandó que fueran a enseñarse al sacerdote. Caminando fueron sanados. Por fe obedecieron y fueron limpios. Cristo no los sanó hasta que no demostraran su fe en la forma que él les indicó. Su obediencia a lo que Cristo les mandó demostró su fe y su confianza en su palabra.

¿Ha obedecido el evangelio? Unos oran para ser salvos, o firman una declaración de fe. Otros fueron bautizados por aspersión siendo infantes. Otros hacen profesión de fe como si esto fuera la manera bíblica de obedecer el evangelio. El libro de los Hechos ofrece varias historias de personas obedeciendo el evangelio. Por ejemplo, Pedro explicó la muerte de Jesús a los del día de Pentecostés. Le preguntaron: “¿Qué haremos?” Pedro contestó: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Tres mil de ellos obedecieron al evangelio ese mismo día. Su fe los llevó a arrepentirse de sus pecados, cosa que es imposible para un infante. Además, obedecieron el mandato de bautizarse para perdón de los pecados. Fueron sumergidos en agua figurando una sepultura (Rom. 6:4) porque el evangelio es la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (1 Cor. 15:1-4). Resucitaron del agua para comenzar una nueva vida y perseverar fieles hasta la muerte. Cuando Cristo venga, les dirá, uno a uno, “Bien, buen siervo y fiel. Entra en el gozo de tu Señor”. ¿Qué dirá a usted?

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