DIVORCIO

por Elmer N. Dunlap Rouse

INTRODUCCION

A. Para muchas personas, el divorcio es un vicio porque lo repiten una y otra vez para solucionar una selección equivocada o la incapacidad personal de convivir en armonía con otra persona. No existe otro problema que más asecha a los hijos de luz que un mal matrimonio. La mayoría de los jóvenes que se crían en la iglesia se pierden, muchos porque escogieron a una persona por cónyuge que no es cristiano y que no quiere nada que ver con las cosas de Dios.

¿POR QUE LOS MATRIMONIOS FRACAZAN?

A. Por no comprender el compromiso. Cristo dijo que los casados no son dos sino una sola carne y prohibió que los hombres separaren lo que Dios había unido (Mt. 19:6) y que la fornicación era la única excepción (Mt. 19:9). Es por esta razón que los que se casan juran "hasta que la muerte nos separe" porque es un compromiso por toda la vida. No es una prueba. Para esto es el noviazgo, para ver si son compatibles, para conocerse y estudiarse antes de hacer un compromiso para con Dios. Dios castiga a aquellas almas frívolas que juegan con tales cosas tan serias para que durante el resto de sus vidas todas las cosas les salen al revés.

B. Inmadurez. Los inmaduros no sirven para casarse. En primer lugar, los inmaduros no entienden qué es un compromiso de "venga lo que venga". Las obligaciones de trabajar, criar hijos, solucionar diferencias y negarse antojos no son compatibles con la mente inmadura. Aunque los jóvenes se sienten muy seguros de si mismos, casi todos los matrimonios de jóvenes menores de 20 años terminan en divorcio mientras que rara vez se divorcian aquellos que se casan con edades de 30 o más. Hay algunos que nunca maduran. La causa más grande del divorcio es la adolescencia emocional (inmadurez).

C. Conflictos. Ninguno quiere ceder. "Y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá" (Mat. 12:25). La esposa insiste en mandar a su marido, tal vez por seguir el patrón de su madre (Ef. 5:24). El marido nunca da prioridad a las necesidades de su familia, tal vez por seguir el patrón de abandono y insensitividad de su padre (Ef. 5:25). No hay diálogo ni comunicación efectiva.

D. Celos. Muchos matrimonios mueren cuando uno es infiel, aunque todo supuestamente se perdonó y todo parece haber sanado. La verdad es que son muy pocos los que pueden perdonar a un cónyuge infiel. Sentimientos de inferioridad, sospechas, chismes, trato frio y despidos de "Pórtate bien" son el resultado de la falta de confianza. El celo puede también indicar, no tanto la infidelidad del orto sino el complejo de inferioridad del celoso. Tiene que haber tal seguridad que, aunque separado por miles de kilómetros, se tengan confianza mutuamente.

E. Matrimonios mixtos. El matrimonio donde uno es cristiano y el otro no, puede que no termine en divorcio, pero frustra, sabiendo que el otro se va a perder. Luego cuando hay hijos, da trabajo llevarlos a la iglesia y contrarrestar la influencia del cónyuge incrédulo. Los hijos se confunden. Peor todavía cuando el otro es fanático de una secta. ¿Cómo puede haber felicidad y paz si el otro no es cristiano y, como consecuencia, no respeta a las leyes de Dios, tales como "no cometerás adulterio" o "no dirás falso testimonio" o "no hurtarás", o "no os embriaguéis con vino"? ¿Qué resultado tendrán estos pecados en la crianza de los hijos? Dios nos manda a no unirnos en yugos desiguales con los incrédulos (2 Cor. 6:14-7:1). Además, Pablo mandó a las viudas que están obligadas a buscar a un cristiano si quieren volverse a casar (1 Cor. 7:39). La vida y la salvación son más fáciles (menos complicado) con un cónyuge cristiano.

©1993