COMPROMISO por Elmer N. Dunlap Rouse
Hacer compromisos es una parte natural y necesaria para convivir y progresar en este mundo. La ley prohibe a los menores contraer compromisos, ya que por su inmadurez no son capaces de responder en el día de mañana por lo que afirman en el día de hoy. Sin embargo, a los adultos se les permite contraer matrimonio, hacer negocios, desempeñar trabajos profesionales y votar en elecciones. Además, la ley tiene provisiones para castigar a aquellos que ignoran sus compromisos, ya que perjudican la confianza, los intereses y los compromisos de otros. De la misma manera, ser cristiano es un compromiso y nadie debe bautizarse sin entender que sumergirse con Cristo es comprometerse, no con los hombres, sino con Cristo. Aceptar un cargo en la iglesia es contraer un compromiso, no con los hombres, sino con el Espíritu Santo (Hechos 20:28). Según Dios sabe castigar a aquellos que violan sus votos de matrimonio, sabe también recompensar a aquellos cristianos que pisotean a Cristo y a aquellos líderes que faltan a su cargo.
Además de recordar a nuestros lectores lo serio que son los compromisos, también queremos que observen que con el paso del tiempo, se nos olvidan los compromisos y en su lugar queda confusión de mente, falta de dirección, sueño y comodidad. Esto no debe sorprender a nadie, ya que es una ley de la ciencia que todo lo del universo tiende a descomponerse con el tiempo. Todo se gasta. Los compromisos no son excepciones y a menos que se reafirmen, tienden a caerse.
La iglesia y cada miembro en particular necesita renovación o avivamiento. Los carismáticos y Pentecostales no tienen un monopolio sobre ninguna de estas palabras bíblicas, las cuales no se refieren a experiencias emocionales pasajeras, sino a decisiones de la voluntad. Usamos muy correctamente estas palabras al señalar la necesidad del arrepentimiento y la recuperación del primer amor (Apoc. 2:4-5). Son palabras que enfocan el arrepentimiento de los ya convertidos y la restauración de éstos a su condición anterior. Todos, de vez en cuando, necesitamos avivarnos; una metáfora favorita en el griego clásico de convertir las ascuas dormidas en llamas, de refrescar un fuego que está por apagarse o de mantener el fuego en su condición óptima. En su última carta, este fue el consejo de Pablo a Timoteo en cuanto a los talentos que éste tenía para la obra del Señor (2 Tim. 1:6). La iglesia o el miembro que no práctica el avivamiento se muere con el tiempo.
¿Eres tu cristiano o eres sólo religioso? ¿Sigues a Cristo o sólo prácticas una religión? ¿Eres piadoso o sólo tienes la aparencia de piedad? ¿Crees en Cristo o sólo crees en su iglesia? Pablo nos exhorta "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿0 no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Cor. 13:5). Si la gente que te rodea no puede percibir la presencia de Cristo en tu persona, has fallado la prueba. Tu compromiso con Cristo está roto o, por lo menos, cuestionable.
Isaías llamó a Judá y Jerusalén al arrepentimiento y dijo: "Oíd cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová". Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados!" (Isaías 1:2). Vuelvo y repito, con el paso del tiempo, se nos olvidan los compromisos y en su lugar quedan intereses creados, comodidad, burocracia y sueño. No es una acusación, sino un suceso natural. No hay que tomar decisión ninguna para que suceda esta condición, sino que sucede automáticamente sin uno hacer nada.
¿Qué pasó con nuestro compromiso con Cristo? Me acuerdo del hermano Tony Macías que me llevaba a visitar a los hermanos que faltaban a los cultos de la iglesia y les preguntaba "¿Tu amas al Señor?" Con sacar esta pregunta, nada más, aseguraba que el extraviado volviera a asistir por un tiempo. ¿Qué hizo? Le recordó al hermano su compromiso. Así fue que Cristo renovó el compromiso de Pedro: "¿Me amas?". Al decir Pedro que sí, Cristo le pidió que pastoreara sus ovejas. Así mide Cristo nuestro compromiso hoy día, en nosotros hacer lo que debemos hacer y de la forma en que debemos hacerlo.
Amigo hermano, que ya no asistes, ¿qué pasó con tu compromiso con el Señor? Si me dices que te ofendieron, yo te cito Santiago 3:2 donde dice: "Porque todos ofendemos muchas veces" y después te pregunto: ¿Cristo te ofendió? Esto me hace recordar la expresión de Policarpio, un mártir que murió en 156 d.c. a quien antes de quemarlo le preguntaron si querría maldecir a Cristo y jurar por Cesar. Policarpio contestó: "Ochenta y seis años le he servido y no me ha hecho ningún daño; ¿cómo, entonces, puedo blasfemar a mi rey que me salvó?. Hermano, si fue Cristo quien nos añadió a la iglesia y no los hombres, marcharnos es faltar a nuestro compromiso con el Señor (Hech. 2:47). ¿0 es que queremos una salvación suave y fácil que no nos cueste sufrir nada? Cristo nos puso en la iglesia. Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella (Ef. 5:25). No hay excusa. Nadie tiene a Cristo sin tener también a su cuerpo. Nuestro compromiso con el Señor exige que amemos a la iglesia y que nos entreguemos por ella.
Daniel Yankelovich y Asociados llevaron a cabo una encuesta que fue publicada en 1983 y encontraron los siguientes resultados: (1) 25% de los trabajadores dijeron que estaban trabajando a plena capacidad; (2) la mitad dijo que no se esforzaba más de lo necesario para seguir conservando el empleo; (3) 75% dijeron que podrían desempeñarse mejor de lo que lo estaban haciendo y (4) 60% dijeron que no trabajaban tanto como solían hacerlo.
Así el cristiano mediocre, no hace nada más de lo necesario. No le importa la opinión de nuestro Señor Jesucristo, sino la de aquellos que lo critican. Hace lo menos posible para cumplir con el menor descrédito. Si con asistir una vez por semana, nadie la dice nada, piensa que tal vez se puede asistir una semana si otra no. Es problema de compromiso. No está juntamente crucificado con Cristo (Gál. 2:20) sino que abandonó a Cristo y su promesa por amor al mundo. Cualquier excusa sirve para soltar su compromiso. No aviva el fuego del don de Dios que está en su vida que viene siendo aquellos talentos que el Señor le dio para servir en su reino, sino que hace rato ha enterrado dichos talentos y se ha convertido en un estorbo para la obra de¡ Señor.
Entro más se contagian los hermanos con esta enfermedad de corazón, más va la iglesia en decadencia. Los líderes no hemos podido comunicar a la feligresía una visión clara de Jesucristo y el significado de servirle en esta vida. No hay verdadera transformación. No hay nuevo nacimiento. Sino que estamos como Pedro que caminaba sobre el agua pero que ahora, últimamente, está hundiéndose por falta de fe. Pero cuando venga el Hijo de Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8). Si no tenemos compromiso, no tenemos nada. "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres" (Mateo 5:13).
Amigo líder, la disciplina entra por la casa. No podemos dar lo que no tenemos. Si no podemos transformar a los hermanos y visitas en verdaderos seguidores de Cristo es porque nosotros no somos verdaderos seguidores de Cristo. Ellos no han podido ver en nosotros las señales de un verdadero compromiso. Las vidas transformadas son pruebas de nuestra competencia en el Señor (2 Cor. 3:1-6). Sin compromiso, no somos idóneos para ningún trabajo espiritual. Sin compromiso, comemos indignamente la cena de¡ Señor como explicó Pablo: "Por lo cual hay muchos enfermos entro vosotros y muchos duermen" (1 Cor. 11:30). Sin compromiso, nos volvemos como los profetas malvados de Israel, mencionados en Isaías 56:9-12. Sólo cito el versículo 10 de esta amonestación fuerte de ¡salas: "Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir". Sin compromiso, nos falta dirección. Compromisos mundanos se pasan a primer lugar y las cosas de Dios se dejan para "ahorita". Espinos de apuros mundanos y hacer chavos ahogan a los deseos de Dios (Lucas 8:14). Sin compromiso nos comprometemos con cosas mundanas como partidos, deportes, deudas, organizaciones y vendemos nuestra bendición espiritual por un guiso rojo como Esaú (Gen. 25:34). Abandonamos cosas divinas y preciosas por basura (Fil. 3:8), por lo vano y pasajero. Amigo líder, sí el desempeño de tu liderato en la iglesia te molesta y sólo produce burocracia, intereses creados, desorientación, comodidad, una vida sin oración, el problema se puede encontrar, sin mucho rodeo, en nuestra falta de compromiso.
Cuando Pablo iba a Damasco y vio la luz, cuando oyó la voz, cuando estuvo ciego tres días, cuando Ananías lo sanó y le predicó, nació en el corazón de éste un compromiso. Su vida restante se le puede resumir en la pregunta que le hizo a Cristo camino a Damasco, "Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hechos 9:6). Si cada día cuando nos levantemos de la cama no nos hacemos esta pregunta, si no sentimos nuestra palabra dada y fe empeñada, estamos muertos. Entonces necesitamos obedecer las instrucciones del autor de Hebreos, "Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies" (Hebreos 12:12-13). Necesitamos doblar esas rodillas paralizadas en un aposento secreto, confesar nuestros pecados al Señor, pedirle perdón y renovar nuestro compromiso.
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?
CONCILIOS