Lección 3

COMO SE REVELO

En Judas, el versículo 3, el apóstol afirma que la fe fue "una vez" dada a los santos. "La Fe" en este caso, no quiere decir la fe personal que tiene cada creyente en Cristo, sino el evangelio, el nuevo testamento. Así es empleada la frase en Efesios 4:4. Pablo habla en ese pasaje de "una fe; no de muchas. El mismo apóstol, enseñando sobre la abolición del antiguo testamento, escribió en Gálatas 3:25, "Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo," o sea, ya no estamos bajo el antiguo pacto. "La fe" de este versículo es el evangelio, y así lo es también en Judas 3. El apóstol Judas declara por el poder del Espíritu Santo que el evangelio fue "una vez" dado a los santos. No dos veces, ni tres, ni tampoco hay una revelación continua sino que el evangelio fue dado una vez para siempre. Todo fue revelado en el primer siglo y no será repetido. Todo está escrito en la Biblia; no falta nada, y por lo tanto no hay razón de volverlo a revelar.

Si todo el evangelio, toda la verdad, fue revelado antes del fin del primer siglo, entonces ¿qué hay de las tradiciones? ¿Qué hay de los profetas modernos, nuevos mensajes, visiones sueños, revelaciones, etc.? Estas son preguntas que contestaremos, si Dios lo permite, en una lección futura de esta serie sobre el Espíritu Santo. El estudio que llevamos ahora se trata del trabajo del Espíritu Santo en el primer siglo y deberíamos obtener pleno entendimiento de las actividades del Espíritu en aquel tiempo apostólico antes de hacer comparaciones entre el presente y el pasado. Si no sabemos aun lo que hizo el Espíritu Santo en el siglo primero, y si no entendemos lo que enseñan las Escrituras sobre la obra del Espíritu y el propósito de dicha obra, ¿cómo entonces podremos juzgar bien lo que se predica y se tiene por verdad hoy día? Volvemos a decir que muchos de los creyentes del siglo 20 no han llegado a comprender quién es el Espíritu Santo ni cuales son sus poderes y obras principales, Los que más hablan y vociferan sobre el tema son, por lo regular, los que menos saben, y los que menos estudian. Esto es lo que nos deja perplejos. Si uno propone desertar mucho sobre el tema del Espíritu Santo, primero debería ponerse a escudriñar la palabra del Espíritu, porque en ella el Espíritu mismo se revela. El procedimiento de muchos pastores y evangelistas nos hace pensar en los jóvenes que van a las escuelas públicas. Quieren buenas notas y quieren prepararse, pero no se esfuerzan mucho en aprender. Estudiar es mucho trabajo y no quieren trabajar. Por consiguiente salen de las escuelas aun ignorantes e incapaces de rendir trabajo. Salomón dijo que "el mucho estudio es fatiga de la carne." ¡Creemos que muchos ya son bien fatigados! Han llegado hasta el extremo de despreciar a los que, con diligencia y sinceridad, buscan toda la verdad. No saben casi nada del trabajo del Espíritu en el primer siglo porque no estudian el mensaje de la Biblia. Esta falta de conocimiento ha dado por resultado la invención de numerosas teorías erróneas y no pocas prácticas antibiblicas. Ya es tiempo para dejar de teorizar y más bien volver a las Escrituras para la enseñanza divina sobre el Espíritu Santo.

El trabajo principal del Espíritu Santo en la era cristiana ha sido el de guiarnos a toda la verdad. Ya lo ha hecho. Lo hizo en el primer siglo. Pablo, Pedro y otros testificaron de que lo había hecho. La revelación de toda la voluntad de Dios fue completada durante la vida de los apóstoles. Esta revelación perfecta fue escrita en la Biblia.

Muy bien, pero no hemos explicado las doctrinas bíblicas sobre el bautismo del Espíritu, dones sobrenaturales, etc. La verdad es que no podremos empezar a entender estas doctrinas sin volver de nuevo al primer siglo para así estudiar como el Espíritu cumplió con su propósito de guiarnos a toda la verdad.

En primer lugar, notemos que cuando la iglesia fue establecida en el día de Pentecostés no le fue dada en aquel mismo día toda la verdad que ahora se encuentra escrita en los 27 libros del Nuevo Testamento. La primera congregación fue organizada en Jerusalén. Fue una iglesia grandísima, habiendo miles y miles de miembros. Cuando los 3000 fueron convertidos en el día de Pentecostés (Hechos 2), Pedro, Juan, y los demás apóstoles no podían dar inmediatamente una copia del Nuevo Testamento a cada persona bautizada. Sin lugar a dudas, muchos de ese gran número nunca llegaron a poseer, ni aun a ver, una copia de siquiera uno de los 27 libros que hay en el nuevo pacto. Pero, ¿por qué? ¡Porque los libros no fueron escritos hasta muchos años después de los acontecimientos del día de Pentecostés! Pues, la iglesia primitiva en Jerusalén no tenía el Nuevo Testamento en una forma escrita.

Entonces, ¿cómo lo tenía? La contestación es que los miembros de aquella primera congregación recibieron el nuevo pacto mediante la palabra anunciada vocalmente, inspirada. ¿Quienes dieron a conocer por primera vez esa palabra? ¡Los apóstoles! ¿Cómo lo hicieron? Por inspiración o sea, por el poder del Espíritu Santo operando directamente en ellos (Hechos 2:4) "Hablaban según el Espíritu Santo les daba que hablasen." La primera iglesia en Jerusalén fue una congregación que se reunía para adorar. También hizo el trabajo que Dios le ha dado a la iglesia. Pero sí la congregación no tenía el nuevo pacto escrito, ¿cómo aprendió organizarse, adorar y trabajar. Pues, recibió por boca de los apóstoles las instrucciones divinas que necesitaba.

Sí nos esforzamos en comprender las circunstancias bajo las cuales fue fundada la primera iglesia, entenderemos entonces por qué muchos en aquel tiempo recibieron medidas especiales del Espíritu Santo. No estamos hablando de medidas en las iglesias del siglo 20. El presente estudio trata de lo que pasó en el primer siglo. La iglesia de aquel tiempo no tenía el nuevo pacto escrito. La congregación en Jerusalén no lo tenla; tampoco las demás congregaciones. El Nuevo Testamento no fue escrito hasta muchos años después de haberse establecida la iglesia. Fue dado sí a las iglesias pero al principio no fue disponible en una forma escrita.

Antioquía, Iconio, Listra, Derbe, Troas, Atenas, Efeso, Corinto ... las congregaciones nuevas en estas ciudades no tenían el nuevo pacto escrito sino hasta muchos años después de su establecimiento, El primer libro del nuevo pacto fue escrito en el año 46 o' 47 como unos 20 años después del gran día de Pentecostés. Ese primer libro era 1 Tesalonicenses. Luego fue escrito 2 Tesalonicenses. Entonces Lucas escribió el libro que lleva su nombre. Pablo siguió escribiendo libros y cartas. Este trabajo fue llevado a cabo bajo la inspiración del Espíritu Santo. "Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os ESCRIBO son MANDAMIENTOS DEL SEÑOR" (1 Corintios 14:37). Pedro, Juan, Mateo, Marcos, Judas y Santiago también escribieron libros y cartas inspirados por el Espíritu Santo. El apóstol Juan escribió el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, en el año 96 D.C., 63 años después del día de Pentecostés. Así fue que los 27 libros del nuevo pacto fueron escritos durante los años de 46 al 96 del primer siglo. De acuerdo con la información disponible, la iglesia no tenía ningún documento divinamente inspirado hasta 20 años después de su establecimiento. Tenía el Antiguo Testamento sí, pero ese no fue el nuevo pacto prometido por Cristo; no era el pacto de la iglesia.

La segunda observación en cuanto al trabajo del Espíritu en la iglesia del primer siglo es la siguiente: que aun después de que los hombres inspirados por el Espíritu empezaron a escribir los libros del nuevo pacto, muy pocas congregaciones pudieron apoderarse de copias. Consideremos el ejemplo de la iglesia en Roma. Esa congregación recibió de Pablo una carta larga, la que ahora llamamos el libro de Romanos. La recibió en la década de los 50. Ahora, ¿cuántas otras cartas tenía la iglesia en Roma en aquel entonces? ¿Las dos a los Corintios? ¿Las que fueron dirigidas a la iglesia en Tesalónica? No es probable que la iglesia en Roma tuviera copias de estas cartas. Tal vez llegó a tener copias de estas y de los demás libros y cartas durante la primera mitad del segundo siglo. Si los miembros en Roma al principio no tenían estos documentos divinos, ¿cómo sabían organizarse, adorar y trabajar? Por medio de los dones sobrenaturales (Romanos 12:6-8) recibieron toda la revelación y ayuda que necesitaban. Este fue él trabajo del Espíritu Santo.

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