TAL COMO SOY

por Elmer N. Dunlap Rouse

Mateo era una basura para los residentes de Capernaum, peor que los paganos y las rameras. Le tenían un odio especial. Era considerado como traidor a su nación no porque recogía impuestos sino porque los recogía para Roma invasora. No sabemos con certeza, pero si Mateo era como los otros publicanos, estafaba a los que traían mercancía por la puerta de la ciudad. Exigía impuestos exorbitantes para conseguir sobornos. Su empleo era jugoso pero por otro lado, no podía entrar en la sinagoga ni acercarse a Dios.

Cuando Jesús escogió a Mateo para ser su discípulo, posiblemente los otros apóstoles protestaron. Pero a poco tiempo todos ellos estaban sentados a la mesa en la casa de Mateo, rodeados de publicanos y toda clase de pecador, compartiendo una comida en señal de aceptación. Para los residentes de Capernaum, aquello era el escándalo más grande que jamás habían visto. Afuera de la casa, a una distancia, estaban los fariseos con la boca abierta - ridiculizando al Maestro. Si tú estuvieras allí en aquel momento, ¿comerías con la gente más vil del pueblo? ¿O te quedarías afuera con los fariseos?

Pregunto porque si encontramos una persona sin vicios, trabajadora, honesta, fiel a su cónyuge, decente y servicial, decimos que sería bueno invitarle para la iglesia porque éste puede ser un buen cristiano. Pero si encontramos uno que es ladrón, drogadicto, adúltero, vicioso, afeminado o que habla sucio, no le hablamos de Dios ni le invitamos para la iglesia porque pensamos que sería mal cristiano. Actuamos como si Dios sólo perdona pecados pequeños. Pablo no tenía este concepto. Convirtió, entre otros, a fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados, homosexuales prácticos, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes y estafadores (1 Cor. 6:9-11). Decía que Dios había escogido lo necio, lo débil, lo vil y lo menospreciado para su gloria (1 Cor. 1:26-29).

"Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento" y "misericordia quiero y no sacrifico" (Mat. 9:13). Nosotros, los ya salvados, no somos mejores que ellos ya que, "No hay justo, ni aún uno" (Rom. 3:9-12). Todos fallamos en algo, pero Dios puede limpiarnos, hasta el alma más negra (Isa. 1:18 y Sal. 51:1-3,7), no importa lo que hayamos hecho. Cuando Dios nos justifica, quedamos tan limpios como un niño recién nacido. Pues, el bautismo es para lavar los pecados (Hech. 22:16). El himno "Tal Como Soy" obedece a esta oferta de Dios de recibir a todos sin distinción de personas.

"Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3:3-5). Al bautizarnos, empezamos a cambiar, a crecer, a transformarnos a la imagen de Cristo. Pues, Hechos 2:38 no permite el bautismo sin arrepentimiento.

Para los que somos cristianos, no podemos juzgar quíen es digno de escuchar el evangelio, sino que debemos hablar a todos. Si tú no eres cristiano, no debes tampoco juzgarte como indigno del evangelio, sino aceptar la justicia de Dios, su misericordia y su amor por el bautismo y la renovación en el Espíritu Santo.

TAL COMO SOY

Tal como soy, sin más decir, que a otro yo no puedo ir,

Y tú me invitas a venir. Bendito Cristo, héme aquí.

 

Tal como soy, sin demorar; del mal queriéndome librar.

Tú sólo puedes perdonar. Bendito Cristo, héme aquí.

 

Tal como soy, en aflicción expuesto a muerte y perdición,

Buscando vida y perdón. Bendito Cristo, héme aquí.

 

Tal como soy, tu gran amor me vence y busco tu favor.

Servirte quiero con valor. Bendito Cristo, héme aquí.

EL TREN EQUIVOCADO
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?