LA OFRENDA

por Elmer N. Dunlap Rouse

Lección 5

EL ESPIRITU SANTO

Y EL DINERO

INTRODUCCION

A. El Espíritu Santo dio poder a los apóstoles y los capacitó para hablar como Dios quería que hablaran (Hech. 1:8; 2:4). De la misma manera, el Espíritu Santo nos capacita para ofrendar como Dios quiere y nos guía en el uso de nuestro dinero y propiedades.

B. La necesidad más grande de la iglesia no es tener suficientes fondos, sino estar llenos del Espíritu Santo. Esta es su necesidad más urgente, porque el Espíritu puede trabajar donde no hay dinero.

I. TOMA POSESION DE NUESTRO DINERO

A. Sin ningún orden ni mandato, los primeros cristianos se desprendían espontáneamente de sus bienes, haciéndolos disponibles para suplir las necesidades de los hermanos (Hech. 2:44-45; 4:34).

B. Sería extraño si fuera de otro modo, porque perseveraban en la comunión unos con otros (Hech. 2:42). La palabra comunión significa participación. Nadie era una isla o república aparte sino que estaban unidos en la vida los unos de los otros.

C. Fueron salvados del pecado de la avaricia, la calidad terrenal de tener al dinero como objeto de culto, como si fuera Dios. Por eso Pablo dijo que los avaros son idólatras, estorbando nuestra mirada al cielo y separándonos de Dios (Col. 3:1-5). Sin el Espíritu Santo, nos esclavizamos al dinero y se vuelve nuestro amo. Si no nos cedemos al dominio del Espíritu Santo, nuestro dinero toma posesión de nosotros.

D. El secreto de la felicidad es participar en la felicidad de otros, no en buscar lo de uno. La vida cristiana es una vida compartida con todos los demás. Es una vida, no sólo de amarse, sino en amar también al hermano. Ese es el gozo del Espíritu Santo y convierte al cristiano en un dador alegre. Pues no hay mucho gozo en gastar todo lo que uno tiene en uno mismo.

II. PROPORCIONA EL DINERO NECESARIO

A. Cristo predicó por unos tres años, preparando sus discípulos mientras demostraba perfecta confianza en Dios para todas sus necesidades. Vivió desprendido de cuestiones económicas (Mat. 10:9-10).

B. El ministro verdadero vive así también. Anuncia el evangelio de gratis (1 Cor. 9:18), desinteresado en el estado económico de la persona a quien predicaba. No era un listo que evitaba los pobres para sólo predicar a ricos (1 Cor. 1:26). Pedro no codició el dinero de Simón, sino que le explicó que iría al infierno junto con su dinero (Hech. 8:20).

C. Una señal clara del falso maestro es su gran interés en lucrarse (Judas 11). Pablo estaba contento por la abundante cooperación de los Filipenses y no escribió para que aumentaran su ayuda (Fil. 4:18).

D. El Espíritu Santo trabaja donde no hay dinero. Sin dinero curó al paralítico (Hech. 3:6). Sin dinero los apóstoles convirtieron a como 3,000 almas y llenaron a Jerusalén con su doctrina (Hech. 5:28).

E. No era necesario construir un templo enorme para poder evangelizar al pueblo. Las comodidades son secundarias a la encomienda de evangelizar. La mayor parte del dinero de una iglesia debe dirigirse a cumplir con su primera misión, que es predicar el evangelio a los perdidos.

F. El dinero descubre lo que hay en nuestro corazón. Envidiaban la buena fama de Bernabé, Ananías y Safira eran dadores fraudulentos (Hech. 5:1-11). Su motivación era incorrecta. Hay peligro en ofrendar para impresionar a los hermanos. Su ofrenda descubrió su avaricia y su corazón lleno del pensamiento satánico. Tentando a Dios al engañar a la iglesia, molestaron a Dios y cayeron muertos.

G. Igual que Ananías y Safira, muchos hermanos no ofrendan según hayan prosperado ni como propusieron en sus corazones, ni meditando en en el sacrificio de nuestro Señor, sino mirando lo que otros ofrendan y no queriendo ser menos que ellos. Piensan más en el juicio de sus semejantes que en el juicio de Dios.

H. Nuestra ofrenda, por mucho que fuera, no nos gana una posición de prestigio en la iglesia, ni más voz que la voz de cualquier hermano fiel. Usar nuestra ofrenda para provecho personal es "simonear" (Hech. 8:18). El figurar entre los líderes de la iglesia no se vende sino es resultado del buen testimonio y tener sabiduría (Hech. 6:3). Usar nuestra ofrenda para comprar influencia es una prisión de maldad (Hech. 8:23).

I. Vamos a ceder al Espíritu Santo el control sobre nuestro dinero para que lo use como él crea mejor.